Rocío Carrasco, la historia de la niñata soberbia: risas, lágrimas, dinero, veneno y basura

En Madrid, en Chipiona, en Argentona, en donde fuera, ésta que hoy es un muñeco bienpagao de la tele del Berlusconi, un guiñol que se cree a ratos su papel, una víctima remunerada de Mediaset, hizo a menudo lo que le vino en gana
Destapan lo que contiene el diario secreto de Rocío Jurado (y cuándo lo descubrió su hija Rocío Carrasco)
photo_camera Rocío Carrasco, la historia de la niñata soberbia: risas, lágrimas, dinero, veneno y basura

Un artículo de Sara Tejada publicado en exclusiva en Informalia

Lo peor del tedioso y reiterativo espectáculo organizado por Mediaset en torno a Rocío Carrasco es que esa pobre mujer, a la que venden como víctima de la injusticia, de su exmarido, de su propia hija y de casi toda la familia de su madre y de su padre, se empeña en proyectar una imagen de fortaleza, de suficiencia, de "os vais a enterar".

Usa como escudo la pobre esa sonrisa de soberbia gracias a la cual la hija única de Rocío Jurado (lo fue durante años) cree situarse moral y éticamente por encima de todo. Y de todos. Fue deseducada con más dinero que cariño. Se nota. Dice que sus impresentables familiares tendrán trabajo durante un tiempo gracias a su comparecencia, como si ella misma no estuviera haciendo caja, sino llevando a cabo una cruzada por la verdad y por las mujeres. Ella reparte los carnés de buena y mala gente. Se cree muy especial pero de su madre no heredó la virtud de la genial e irrepetible artista sino dinero y fama para vender.

La Rocío que yo conocí era Rociito, una niñata que ejercía como tal, mimada, caprichosa en lo material y en lo otro, a veces alocada, y especialista en dar disgustos a su madre y a su padre, como otros cachorros y cachorras del famoseo.

En Madrid, en Chipiona, en Argentona, en donde fuera, ésta que hoy es un muñeco bienpagao de la tele del Berlusconi, un guiñol que se cree a ratos su papel, una víctima remunerada de Mediaset, hizo a menudo lo que le vino en gana. Se aprovechaba de ser una cría rica y famosa, hija de su padre y de su madre, y disfrutaba de las enormes ventajas que ello suponía, entrando en todas partes, con una tropa de pelotas haciéndole pasillo, con mesa en cualquier lugar y con la visa casi siempre permitiéndole barra libre en la vida. En las discotecas de Cádiz o Madrid actuó durante un tiempo como una presunta escogedora de acompañantes cuando se le antojaba, su prima Chayo sabe de lo que hablamos. Iban como motos.

Después de ligarse a quien le dio la gana, lo cual está muy bien, robando novios cuando se le ponía en el moño (por no usar la palabra que usa ella para hablar de Olga Moreno), cayó en las garras de un conquistador de cuidado, que la convirtió en madre y la llevó al altar. Hizo muy bien Rociito en ponerse el mundo por montera y disfrutar de la vida, aunque no estuvo tan bien que hiciera sufrir a más de una cuando se encaprichaba de un cuerpo, aunque fuera policial. Fidel sabe de esto. Pero la chica, aparte de su encanto, añadía a sus virtudes la de ser rica, y un braguetazo es un braguetazo.

De post adolescente, mucho antes de Fidel Albiac, cuando llegó la hora de enamorarse o encoñarse o lo que fuera, fue abducida por un guardia civil malagueño sin grandes principios, él fue quien le robó el corazón con esa pasión de los 18 años, alma de mujer pero con el vicio de los párvulos y las párvulas de la vida: encapricharse. Era muy caprichosa y puede que lo siga siendo a los 45 años.

Su madre lloró como muchos sabemos. Suplicó a su hija, le advirtió de la que se le vendría encima, incluso la amenazó durante unos segundos. Como tantas madres y padres. Pero ella se fue con Antonio David y tuvieron dos hijos, dos nietos que Rocío Jurado adoraba con toda su alma.

El nota salió rana, el romance se tornó tragedia y nos conocemos ya las distintas versiones que unos y otros han vendido a lo largo de décadas. Y siguen. Antes de que Rociito fichara por Mediaset para venderles su drama en fascículos, Antonio David lo había hecho a la misma empresa.

Una paliza a una madre

Esto no es ni blanco ni negro probablemente. Seguro que Rocío Carrasco dice la verdad en algunas cosas, o ella cree que la dice; aunque los jueces no hayan condenado nunca a su ex por ello. O puede que no. Seguramente es cierto que a Rociito, como a tantos seres humans, le han caído hostias como panes en su vida, y no me refiero solo a las físicas, las que su propia hija le debió propinar a su madre en una cocina. Terrible. ¿Qué puede llevar a una adolescente a hacerle algo así a su madre?

Pero sin duda Rocío Carrasco también ha repartido ahora estopa a base de bien. Aunque no fuera física. Y lo ha hecho al estilo de sus enemigos: cobrando y convirtiendo su drama en un docudrama. En dos docudramas hasta el momento.

Ahora quienes reciben las bofetadas, tras su hija y su exmarido, son su hermana pequeña, sus tíos, su prima, el viudo de su madre, la viuda de su padre y lo que te rondaré morena. Y todo cobrando, con esa sonrisa de incoherente soberbia que ha llegado después de las lágrimas y del sempiterno vestido fucsia, pretendido logotipo contra la violencia de genero. ¡Por Dios! 

Que Rosa Benito, Amador Mohedano y toda esa caterva de presuntos parásitos de Rocío Jurado no son ni han sido nunca unos angelitos ya lo sabíamos. Que Amador es un ser despreciable como da a entender su sobrina no es algo que nos vaya a descubrir esta niñata caprichosa pesetera y soberbia. 

La guerra de Ucrania, la pandemia, el Euríbor, los precios disparados y un millón de problemas verdaderos que nos afectan hace que vea más claro que nunca que toda esta basura es eso: mierda fabricada para llenar los bolsillos de quienes se ríen en despachos berlusconianos con sonrisas como la que ponía este viernes Rociito para dejarnos claro que ella será una víctima pero que tiene más soberbia que dolor. Más veneno y rencor que sed de justicia, más avaricia que amor.

En todo caso, más allá de que esos testimonios tan subjetivos de los palmeros tengan o no credibilidad, que los documentos sean verificables o no, o de que la patológica parcialidad de los contertulios y todólogos pagados por La Fábrica de la tele contenga verdades y mentiras, ¿qué mierda nos importa esto con la que está cayendo? Señora, vaya usted al juzgado y ejerza sus derechos y si eso no funciona patalee en su casa y que la aguante a usted ese oscuro segundo marido y negociante primoroso llamado Fidel Albiac, al cual no me extrañaría que acabe usted poniendo a parir en la décima temporada de su puñetera docuserie si le pagan bien el bolo los herederos de Berlusconi.

Un artículo de Sara Tejada publicado en exclusiva en Informalia

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