Jorge Javier Vázquez vende a su familia: presenta en exclusiva a sus hermanas Esther y Ana

El presentador pierde el miedo y presenta a sus hermanas en este artículo publicado en exclusiva en Lecturas
Jorge Javier Vázquez posa en exclusiva para la revista LECTURAS / Garófano
photo_camera Jorge Javier Vázquez posando este verano en exclusiva para la revista LECTURAS / Garófano

Un artículo de Jorge Javier Vázquez publicado en Lecturas

Cuando pasen los años y me pregunten qué ha significado el teatro para mí, no hay duda: se agolparán en mi memoria las imágenes de mi familia aplaudiéndome en el patio de butacas. Si eso no es la felicidad, debe parecérsele. Mi tercera función, ‘Desmontando a Séneca’, se estrenó el jueves en Donosti. Hasta esta ciudad se trasladaron mi madre, mis hermanas Ana y Esther y mis cuñados Eduardo y Carlos. Llegaron el miércoles y, por la noche, salimos a cenar. 

Portada Antonio David

Una vuelta a las tablas muy especial

“Poca cosa”, decía mi hermana Ana. Aquello se convirtió en tal trasiego de platos que escandalizó hasta al propietario del local. Y para rematar, postres. Y mi hermana Ana poniéndose ciega de nata, algo inaudito en ella: “Ay, Jorge, es que con la edad –en febrero cumple 60– me dan ganas de dulce”. También le gusta lo salado y lo que no sea ni una cosa ni la otra. Vamos, que tiene saque. Al día siguiente, en el desayuno, veo que se mete en el bolso cinco botellitas pequeñas de aceite. “Pero, Ana, ¿qué haces?”, le pregunto. “Es que estos botecitos me van muy bien para aliñar mis ensaladas en el trabajo”. Tienen previsto quedarse un par de días más, así que calculo que puede volver a Badalona con dos o tres litros de aceite.

"Si fuera por mi madre, deberían hacer un desplegable con nosotros"

El jueves por la mañana nos hacemos unas fotografías en el imponente hall del Teatro Victoria Eugenia. Mi hermana Esther, que es más tímida que yo, anda un poco reticente. Y más desde que le advierto que a lo mejor nos dan portada en la revista. “Jorge, es que en el trabajo –cajera de supermercado– no todo el mundo sabe que soy tu hermana”. “Esther –le advierto compungido– es que a lo mejor nos dan portada”. “¿Portada?”, musita con un hilo de voz. “Pues mira, Esther, –tercia mi madre– si nos tienen que sacar en la portada que nos saquen”. Si fuera por mi madre, la revista debería hacer un desplegable con nosotros. “Bueno, pues compraré las revistas que lleguen al trabajo y, así, no las verá nadie”, resuelve entusiasmada mi hermana. A grandes males, grandes remedios.

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