Según recoge Informalia, dos días después de aparecer juntos y enamorados en la fiesta de la revista Vanity Fair, Ágatha Ruiz de la Prada ha roto con su novio, el empresario Luis Miguel Rodríguez después de casi dos años de relación.
Las fotos del que fuera dueño de Desguaces La Torre, besando en la calle a una explosiva rubia, publicadas este miércoles en la revista Lecturas, han enfadado a la diseñadora, que esta vez no ha perdonado el posible nuevo desliz de su novio.
"Me ha mandado a paseo", nos cuenta entristecido el empresario de chatarra más importante de Europa. "Y por mí, me da igual, aunque ha sido una sinvergonzada de esa individua, que seguramente ha llamado a un fotógrafo para hacer esas fotos, que ni me acuerdo de cuándo son", revela Luismi a Informalia. "Lo que me importa es el daño que le pueda hacer a Agatha, que no se merece esta faena. Conozco a esa mujer de hace años. Me la presentó Ángel Nieto, fíjate si hace tiempo, pero no tengo nada con ella ni quiero. Ha sido una trampa".
La rubia a la que Luis Miguel besa y abraza en una calle de Madrid en un encuentro que parece más casual que premeditado es la brasileña Marcia di Lele, una antigua aventura de Kiko Rivera de hace unos 10 años. Aprovechando la publicidad de aquella relación, Marcia probó a hacerse cantante interpretando el tema deIsabel Pantoja Se me enamora el alma, que cantaba por las discotecas. Luego fue insinuando por los platós un embarazo del hijo de Isabel Pantoja, pero nadie la tomó en serio. En Lecturas escriben que ahora está casada con un millonario suizo y reside en Lugano, donde asegura vivir muy tranquila.
Sin embargo, haciendo memoria, recordamos su antigua amistad con la musa del porno Miriam Sánchez, la ex de Pipi Estrada, y unas declaraciones suyas en las que asegura: "Soy una especialista en poner cachondos a los tíos". Se ve que Di Lele sigue disfrutando de esa extraordinaria cualidad y busca encuentros donde demostrarlo. Por otra parte, Luis Miguel Rodríguez, que parecía muy enamorado de Agatha, tiene una debilidad: seguir demostrando que gusta a las señoras, aunque algunas se aprovechan de su vena de seductor para tenderle alguna trampa.
