Según recoge ABC, las memorias de Cayetano Martínez de Irujo, «De Cayetana a Cayetano», no sentaron muy bien en la familia. Que airease los trapos sucios de los Alba en un libro y en diversas entrevistas en televisión, provocó una escisión entre los hermanos Martínez de Irujo. Ni siquiera han acudido a visitarle cuando este ha estado hospitalizado por sus problemas intestinales, tan solo Fernando.
Meses después de la publicación de las memorias, Eugenia Martínez de Irujo (51 años) ha roto su silencio y ha hablado sobre la fría relación que mantiene con su hermano. «No me meto en eso. Todos somos independientes. Cayetano es Cayetano, yo soy yo y cada uno de mis hermanos es cada uno de mis hermanos. Él es libre de actuar y de hacer lo que quiera. A mí lo que me gusta es ser consecuente», se sincera en una entrevista en «Vanity Fair».
Asegura que no mantiene ningún tipo de relación con su hermano Cayetano Martínez de Irujo: «Me llevo fantástico con todos los demás y los adoro. Con Cayetano no tengo relación, pero nunca dejaré de quererlo. Es mi hermano». Explica que han llegado a esta situación porque «hay ciertas cosas» que le «hacen mucho daño».
Y prosigue: «En esta época de mi vida ya no me gustan las montañas rusas: un día fenomenal y al día siguiente fatal. Nadie tiene derecho a quitarme la felicidad. Llega un momento que uno pone el freno, dice: 'Hasta aquí'. Y es humano'». A Eugenia Martínez de Irujo no le ha gustado que critique la labor de su hermano mayor Carlos al frente de la casa de Alba: «Cuestionar su gestión es lo mismo que hablar de política. Cuando estás fuera, es muy fácil criticar, pero, amigo mío, cuando estás dentro, las cosas cambian. Creo que lo está haciendo muy bien y eso que su trabajo no es nada fácil. La vida evoluciona, los tiempos evolucionan y estamos ya en el siglo XXI».
En el plano amoroso, Eugenia Martínez de Irujo está pletórica. Su matrimonio con Narcís Rebollo –se casaron en Las Vegas–después de su fracaso con Fran Rivera, le ha devuelto la felicidad: «Compré los anillos más horteras que encontré y alquilé los disfraces. Cuando acabaron los premios Grammy, nos fuimos al hotel y a las 23:30 de la noche llegaba la limusina. Narcís ni se había probado el disfraz, pero cuando llegamos a la ceremonia, a medianoche, estaba muy en su papel. Yo lo miraba y no podía reprimir las carcajadas. No me he reído más en mi vida».
