La gran crisis de 2013, cuando los reyes Felipe y Letizia estuvieron al borde de la separación

Los Reyes han vivido altos y bajos en su relación, pero ninguno como el de aquel verano de hace seis años, cuando el matrimonio vivió la tormenta perfecta

El rey Felipe y la reina Letizia, en un acto reciente. (Limited Pictures)
photo_camera El rey Felipe y la reina Letizia, en un acto reciente. (Limited Pictures)

Según informa C. Villar en el suplemento Vanitatis de El Confidencial, cualquiera que haya tenido una relación de más de un cuarto de hora sabe que todas las parejas pasan rachas mejores y peores. Los Reyes de España, que celebran estos días sus 15 años de matrimonio, no han sido impermeables a esta tendencia. La mayor parte de las veces sus desencuentros no han salido de la esfera privada, donde se han resuelto sin mayores consecuencias y sin que usted ni yo lo sepamos. Pero hubo un punto de inflexión, un momento en sus vidas en que la tormenta perfecta descargó toda su furia sobre los entonces Príncipes de Asturias.

Primavera de 2013. Doña Letizia siempre ha mantenido un grupo de amigas que la enraizan con su vida anterior y le ayudan a soportar la presión. Con ellas queda a menudo, conocen los restaurantes de moda, se toman algo los fines de semana. A principios de marzo, los mentideros de la corte hablan de que la Princesa ha visto amanecer desde un bar de la calle Montera. Un par de semanas más tarde, la Princesa vuelve a salir con sus amigas por el centro de Madrid y su pista se pierde a las cinco de la madrugada. Paralelamente, el Príncipe también se deja ver de cena con sus amigos, él solo.

Empiezan los primeros rumores. La pareja no está pasando su mejor momento y ha decidido darse algo de aire. Nadie confirma ni desmiente. Se suceden las noticias sobre las diferencias entre los grupos de amigos, doña Letizia no encaja en el ambiente de toda la vida de don Felipe y prefiere distraerse con gente más cercana, mujeres que han tenido un recorrido profesional similar al suyo y cuya confidencialidad está a prueba de bombas. De momento, todo queda ahí.

Verano de 2013. Comienzan las vacaciones oficiales de la familia real en Marivent. Mientras el Príncipe regatea, nadie sabe dónde están la Princesa ni sus hijas, que no se incorporan hasta tres días más tarde a la rutina de Palma de Mallorca. Por fin, el 3 de agosto, Letizia se deja ver vestida de manera informal, con unos vaqueros amarillos y una camiseta. "La Princesa de Asturias llega justo para la reunión de nietos del Rey", titulan los portales de noticias. Letizia se une in extremis a la foto donde aparecen la reina Sofía, la infanta Elena y los ocho nietos de don Juan Carlos. Seis de ellos lucen los diplomas que les acaban de entregar tras participar en el tradicional curso de vela. Leonor y Sofía también posan, aunque nunca han participado en el curso y nunca lo harán.

Letizia aduce un motivo personal para quedarse en Madrid en el primer periodo vacacional. No hay más información, pero ha conseguido evitar fotografiarse junto a la infanta Cristinaque ha estado en Mallorca al principio de las vacaciones. Se acaba de anunciar que la Infanta y su marido, Iñaki Urdangarin, se mudarán a Ginebra en las próximas semanas.

Algo pasa en Mallorca, nunca han trascendido los detalles. Letizia decide marcharse de Marivent precipitadamente, tres días antes de lo previsto y sin sus hijas. A partir de aquí todo son especulaciones, algunos dicen que se marcha a Suiza, donde ha encontrado un refugio para pensar. Otros que a Portugal. El departamento de comunicación de la Casa del Rey no da abasto porque los susurros de hace unas semanas son ya como niños chillones gritando la muerte de su matrimonio.

Dieciocho de agosto de 2019. Almudena Martínez-Fornés, una cronista real de probado crédito, publica en el muy monárquico 'ABC' un artículo-bomba en el que pone nombre y apellidos a la crisis: "Los príncipes de Asturias: vacaciones privadas entre rumores de distanciamiento". La crónica habla de "fuertes rumores de crisis matrimonial" desde hace meses. "Los rumores se dispararon de nuevo cuando la princesa abandonó Mallorca tres días antes que su marido y sus hijas, sin ningún motivo que lo justificara. Como también había llegado a Palma tres días después, Don Felipe solo estuvo acompañado por su mujer cinco de los diez días que pasó en la isla". En su círculo más estrecho, advertía la periodista, perciben que "el príncipe lo está pasando mal". Entre las razones de la crisis no estaba la falta de amor, sino "el difícil encaje de su esposa en la Institución. Nueve años después de la boda, Doña Letizia sigue marcando un espacio propio fuera de la familia que en ocasiones choca con su actual condición. Además, se muestra impermeable a consejos y sugerencias".

Así, la fuente del problema es, según la información de Martínez-Fornés, el empeño de doña Letizia en ser una princesa "de ocho a tres". Eso, a pesar de que ella e Iñaki Urdangarin son los únicos miembros de la familia real que decidieron "voluntariamente" integrarse en ella, "asumiendo libremente sus ventajas y servidumbres".

El artículo recorrió las entrañas del Estado de arriba abajo. En este caso, citando a McLuhan, el medio era el mensaje. Dos días más tarde la misma periodista y el mismo 'ABC' matizaban la información asegurando que no había distanciamiento, que la pareja estaba pasando unos días de vacaciones y que el único problema era la "percepción pública" que se tenía de sus movimientos. Tras el 'outing' anterior, los tentáculos de Zarzuela volvían a los eufemismos apenas 48 horas después.

Pero ya todo el mundo hablaba, exponía, desmenuzaba. El matrimonio de los príncipes estaba sobre la mesa. El 24 de agosto, José Antonio Zarzalejos, uno de los cronistas mejor informados del país, explicaba a los lectores de El Confidencial cómo estaba la situación: "La relación entre Doña Letizia y Don Felipe no es la que fue; la princesa no se adapta a sus obligaciones y se percibe en sus gestos y en su rostro; se la nota incómoda en los eventos representativos y, casi siempre, impaciente y remisa. No logra la simpatía general que era esperable; antes, al contrario. Puede estar ocurriendo lo que naturalmente se pensaba que podía acontecer: que este matrimonio prosaico no estuviese preparado para cargar con el fardo de las responsabilidades constitucionales que se le avecinan".

El periodista apelaba a "la ética de la responsabilidad" de los Príncipes para salvar a la monarquía. "La institución depende de los Príncipes de Asturias que deben, ahora más que nunca, cuando es obvio que su matrimonio está en crisis (según la Zarzuela en “percepción de crisis”), aplicarse el principio de la ética de la responsabilidad. Si falla el matrimonio del heredero, España se enfrentaría sin duda a un debate sobre la forma de Estado en el que la Monarquía partiría en clara desventaja. El asunto concierne a los dos".

Zarzuela toca a rebato. En aquellos días, además, llega a la redacción de un periódico un dossier con unos mensajes privados entre doña Letiza y una de sus amistades desvelando detalles de su privacidad. El periódico no los publica, pero añaden más leña al fuego.

Pero, como en las mejores tramas, tras el clímax de tensión llega la calma. Cuando todo el mundo se temía lo peor, los Príncipes dan señales de la solidez de su relación. La crisis se supera, también de cara al público. A finales de año ya han salido varias veces juntos al cine, a cenar kebab y hasta a una discoteca. Las aguas vuelven a su cauce, como en las mejores familias. Y el resto es historia.

Fuente: Vanitatis

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