Duro incidente en Zarzuela: los escoltas de Leonor toman medidas y se plantan
Según recoge EsDiario, la Princesa Leonor ha completado cinco meses a bordo del mítico Juan Sebastián de Elcano y se dispone ahora a surcar un nuevo cielo: su ingreso inminente en la Academia General del Aire y del Espacio, en San Javier, marca el tramo final de su paso por las tres armas. Pero lo que para Leonor es una etapa clave en su instrucción como futura Capitana General de las Fuerzas Armadas, para otros supone una auténtica carrera de fondo con desgaste acumulado. Y los primeros en pagarlo están siendo los agentes que la protegen.
Desde hace meses, y tal como ESdiario ya adelantó en primicia, los equipos de seguridad asignados a la Princesa llevan acumulando tensiones y fatiga. No es Leonor quien exige —nunca lo ha hecho—, pero su progresivo protagonismo público, unido a los entornos poco controlables de su formación militar, ha elevado los niveles de exigencia a una cota sin precedentes.
La frase, breve y directa, suena casi a parte médico: “Están hartos”, deslizan al portal Monarquía Confidencial, que incide en la información, fuentes próximas a los agentes que componen su escolta. Voces que no suelen hablar, pero que ahora se permiten el susurro. Agotamiento físico, presión mediática incesante, estancias prolongadas lejos del domicilio y un calendario que no da tregua han encendido las alertas internas. No se descarta una rotación inmediata del equipo al comienzo del nuevo destino murciano.
Cabe subrayar que, tal y como ha comprobado ESdiario, en la historia reciente de la Casa del Rey no se recuerdan demandas internas de este tipo. Ni con Don Juan Carlos, ni con Felipe VI, ni con Doña Letizia o sus hijas. Nunca antes un equipo de escoltas había exteriorizado un nivel de desgaste así. Y sin embargo, hoy es una realidad palpable: hay tensión, hay saturación, hay miedo al error. Porque cuando se protege a quien representa el futuro institucional del país, un fallo no es una opción.
Dispositivo que se adapta al ritmo de Leonor
La seguridad de la heredera está en manos de un cuerpo mixto: agentes del Servicio de Seguridad de la Casa del Rey, efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil con formación especializada. Profesionales impecables. Pero también humanos. Desde su entrada en la Academia General Militar de Zaragoza, el paso por Galicia, Cádiz y en poco tiempo Murcia, el operativo ha tenido que adaptarse a escenarios móviles, rutinas no previsibles y actos públicos bajo presión constante. Y lo que viene en San Javier —más movilidad, menos control del entorno, instalaciones abiertas— augura más tensión operativa.
Según confirman al citado portal las fuentes consultadas, ya se trabaja en una reestructuración del equipo, incorporando perfiles con experiencia aérea o conocimientos técnicos que permitan un mejor ajuste al nuevo entorno. Una decisión que no es simbólica, sino estrictamente operativa y urgente.
Desde Zarzuela se contempla además la posibilidad de reducir la visibilidad mediática de Leonor durante esta fase, sin que ello altere su agenda formativa. La idea: garantizar su formación como una cadete más, sin que el foco público entorpezca su desarrollo. Pero incluso en esa discreción, la presión no desaparece para quienes la protegen.
Con cada paso que da Leonor en su carrera militar, se dibuja con más nitidez el perfil de una jefa de Estado en formación. Pero su sombra, ya real y simbólica, proyecta también una exigencia que recae sobre quienes le dan cobertura. Y eso se traduce en cansancio. En tensión. En peticiones de relevo que rompen el tradicional mutismo del entorno de seguridad real.