Según informa en exclusiva Pilar Vidal en ABC, el pasado jueves, Enrique Ponce sufría una cogida en su corrida de El Puerto de Santa María, que afortunadamente no hubo consecuencias que lamentar aunque dos días después diga que tiene un esguince y cancele una corrida. Su novia, Ana Soria, presente en el festejo, vivía en sus propias carnes lo que es ser mujer de torero, aunque no derramó ni una lágrima.
Tras la corrida, la pareja acudió a cenar al restaurante La Cuchara, un clásico de la ciudad. Llegaron de la mano y allí les esperaban los amigos veinteañeros de Ana, que se han convertido en la nueva pandilla del diestro. Me cuentan testigos presenciales que la joven almeriense es más guapa y alta al natural que en las fotografías, y que el torero está como niño con zapatos nuevos. Terminada la cena y a pesar de la cogida, «Quique» como se refieren a él ahora, sacó un altavoz bluetooth cilíndrico, como los que llevan los adolescentes por la calle, y amenizó la velada con los temas de su próximo disco.
Un mini concierto que dejó perplejos al resto de clientes del restaurante, entre los que se encontraban algunos compañeros de profesión y sus cuadrillas. El comentario generalizado es que Ponce va camino de convertirse en una mezcla de Ortega Cano y Jesulín de Ubrique.
Y que por mucho selfi que se hagan todos juntos, las amigas de Ana no lo son tanto, sobre todo las que fuman, que no dejaron de salir del local para hacerlo y aprovecharon el momento para criticar a la estrella de la pandilla y su novia.
Por lo visto, no soportan que la pareja no pare de besarse y hacerse arrumacos en público. Demasiado empalagosos para ellos. Cuidado Ana, que tú mejor amiga puede ser tu peor enemiga ahora que eres famosa. Hasta dicen que van siempre acompañándola para que no se aburra ella sola con el torero y así se le hace más llevadero el noviazgo.
