Ana Obregón le lanza un dardo envenenado a Lequio por dejarla "sola" en el peor momento de su vida

Además, se destapan varios secretos de la saga García Obregón, una fortuna entre la lujosa urbanización de La Moraleja, la tele y las gafas de sol

Ana Obregón le lanza un dardo envenenado a Lequio por dejarla "sola" en el peor momento de su vida
photo_camera Ana Obregón le lanza un dardo envenenado a Lequio por dejarla "sola" en el peor momento de su vida

Según recoge la revista Lecturas, este miércoles Ana García Obregón ha sido la invitada de ‘Lazos de sangre’, donde ha hecho un repaso a los momentos más duros de su vida. Y sin duda alguna, el que más ha sido el del cáncer de su hijo, donde se sintió tan sola que en un ocasión tuvo que pedirle un abrazo a su portero.

Álex se empezó a sentir mal y Ana tomó la decisión de ir al hospital y al final resultó que su hijo estaba enfermo de cáncer. “Cuando nos lo dijeron, se me cayó el mundo encima. Estaba yo sola con él. Es muy duro”, contó. En aquel momento se le paró “el tiempo” y se le hizo “todo oscuro”.

Intentó estar fuerte para que su hijo no sufriera. “Mi derrumbé a las 8 de la mañana, cuando llegó su padre [Alessandro Lequio]”, recordó, a pesar de que llevaba desde las 2 de la mañana intentando mantener la compostura. Y después se intentó proteger a sí misma y se centró en su hijo y su familia. “Era como una misión, salvar la vida de mi hijo. No hay otra. Corté. Hablaba con mis hermanas, mis padres, hermanos y nada más”.

Pero lo peor estaba por venir y lo hizo sola. “Recuerdo especialmente seis meses muy duros. 90 días de hospital, sesiones de quimio de 10 horas, tres días seguidos... y yo sola. Y en una ciudad que es una locura”, recordó.

LA SAGA GARCÍA OBREGÓN

Además, según informa El Confidencial, es el año 1982. Uno de los promotores inmobiliarios con más éxito del país, Antonio García, concede una entrevista al diario 'ABC' para hablar de su trabajo diario. En un momento dado, el periodista le interroga sobre cómo lleva eso de tener en la familia a una "joven actriz de éxito". "Al principio lo llevaba bastante mal, pero como empresario y como trabajador de toda la vida soy muy realista, y he visto que no había nada que hacer. Entonces, era mucho más fácil el ayudar a mis hijas en el camino que habían emprendido que el enfrentarse con ellas. Porque si no corría el riesgo de perderlas. No me disgusta que me conozcan ya como el padre de Ana García Obregón, al contrario, en cierta forma me alegro del éxito de mis hijos en el camino que han emprendido [...] Creo que no nos resta solvencia ni nos resta prestigio".

Eran unas palabras, dichas en público además, muy importantes para Ana García Obregón. Tras años de lucha por su sueño, su padre por fin había claudicado y hasta le dedicaba piropos en la prensa nacional. Ese padre hecho a sí mismo, que salió adelante en el Madrid de posguerra siendo apenas un niño. Con 13 años entró a trabajar en una tienda, barriendo, fregando y llevando la cesta de los pedidos a los clientes. Por la noche, mientras, estudiaba. "Fui el número uno de delineantes. Después ingresé en aparejadores y me hice aparejador y arquitecto técnico. Tuve también el número uno en la carrera: todo esto trabajando al mismo tiempo", explicaba en la citada entrevista.

Antonio García, Ana García Obregón y Ana Obregón, paseando por Madrid. (Getty)

Siendo veinteañero se casó con la hija única de Juan Obregón Toledo, un acaudalado empresario que puso el 50% de la financiación para fundar Jotsa, su primera inmobiliaria. Se trataba de una empresa familiar, que en poco tiempo se hizo importante en el mercado. Pero el gran pelotazo llegó con La Moraleja.

A mediados del siglo XX, La Moraleja era una finca privada de 1.150 hectáreas propiedad de José Luis de Ussía y Cubas, conde de los Gaitanes y leal amigo de don Juan de Borbón. Los terrenos habían sido en tiempos coto de caza del rey Carlos III, también a Franco le gustaba visitar la zona para cazar. "En 1969, mi amigo, el conde de los Gaitanes, que en paz esté, me concedió una opción de compra de las acciones (95%) de Niesa, propietaria de los terrenos de lo que hoy es La Moraleja. Opción que, por su elevado coste, opté por asumir en nombre de la sociedad Prosa con la compañía belga Tractebel y la española Vías y Construcciones. La operación rondó los 700 millones de pesetas (unos 4,2 millones de euros). Teníamos muy claro que era la ubicación perfecta porque el desarrollo de la capital miraría al norte", explicó el constructor en otra extensa entrevista en el diario 'El Mundo' en 2011.

El éxito fue absoluto, se hicieron de oro. Vendieron parcelas de 10.000, 2.500 -la mayor parte- y 1.500 metros cuadrados. "Se vendían en el momento". Antonio reservó una parcela para él y su familia, donde construyó varias casas para tener cerca a sus cinco hijos: Ana, Celia, Amalia, Javier y Juan Antonio. Hoy todos ellos siguen en el negocio familiar que, como todas las inmobiliarias, han sufrido los vaivenes de la crisis económica. En su caso, de una forma especialmente virulenta.

La sacudida se llevó por delante primero a Jotsa y luego a buena parte de las empresas familiares (también a 'Las tres hermanas en la playa', de Joaquín Sorolla, que tuvieron que subastar en 2015 por problemas económicos). Ahora el entramado empresarial de la familia se ha reducido a dos empresas. La primera, Promotorados SA, cuenta con un activo declarado de casi doce millones y medio de euros y acaba de admitir una ampliación de capital para afrontar nuevos proyectos.

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