Lucio Blázquez, el tabernero que elevó los huevos rotos a manjar de lujo

Lucio Blázquez, el tabernero que elevó los huevos rotos a manjar de lujo
photo_camera Lucio Blázquez, el tabernero que elevó los huevos rotos a manjar de lujo

Lucio Blázquez tuvo el "atrevimiento" de llevar a la carta de un restaurante, hace 43 años, un plato mejorado de su abuela: huevos rotos. "Entonces parecía una cosa de pobres, para llenarte mojando pan, y ahora es un lujo", dice el creador de un manjar que deleita a premios Nobel, reyes o futbolistas.

De Casa Lucio, en el Madrid de los Austrias, los ha extendido "por todo el mundo" aunque "nadie" los hace como éste tabernero nacido hace 84 años en Serranillos (Ávila). "Parece una cosa muy sencilla pero es muy difícil", asegura a Efe en una entrevista en la víspera del Día Mundial del Huevo.

Está tan seguro de ello que no duda en llevar a los clientes a su cocina para demostrarles cómo se hacen, "y no logran replicarlo, por mucho amor propio que les pongan".

Para empezar, la materia prima: huevos de una granja abulense "donde las gallinas se crían con música y todo", patatas de Lugo, aceite de oliva de Jaén y una cocina de carbón "que es una maravilla aunque da mucho trabajo". Y para terminar, la mano de quien nació y morirá "trabajando" en Casa Lucio, vistiendo su impoluta chaqueta blanca y sonriendo.

Sus famosos huevos rotos -"y yo no les doy publicidad, son mis clientes", dice- nacieron tras ver cómo su abuela, a la que acompañaba de niño cuando llevaba en serones comida a los agricultores, rompía con un tenedor los huevos para disimular aquellos que no habían superado el traqueteo del camino. En tiempos de hambre, recuerda, no era cuestión de desaprovechar.

Con 12 años entró a trabajar en el centenario Mesón del Segoviano, que compró décadas después y convirtió en Casa Lucio en 1974. Mejoró el plato de su abuela, tuvo la osadía de llevarlo a la mesa y desde entonces ha perdido la cuenta de cuántos ha servido. "Muchos, muchísimos cada día".

Y de quiénes los han comido, desde monarcas -es uno de los restaurantes favoritos del Rey Juan Carlos y allí le homenajearon los presidentes democráticos tras su abdicación- a dirigentes internacionales, premios Nobel, escritores, artistas, futbolistas, madrileños y turistas. "Todos han pasado por aquí, es un lujo tener a un Nobel echándote piropos", reconoce.

Durante más de cuatro décadas ha superado baches y crisis del país gracias a "comprar lo mejor y cobrar lo justo", así como al trato de vieja escuela que en Casa Lucio dispensan a los comensales.

Premiadísimo por su cocina tradicional española -no sólo tienen fama sus huevos rotos, también sus callos, sus carnes o su arroz con leche-, también disfruta con la creativa que hacen algunos de sus colegas. "¿Cómo no? La cocina española está en la cumbre del mundo. Muchos clientes extranjeros me dicen que teníamos que pagar un canon por vivir en España".

En su vocabulario no figura la palabra jubilación y se le encuentra a diario en el restaurante saludando a comensales y contándoles algún chiste entre plato y plato, aunque cuenta con el respaldo de sus hijos María del Carmen, Fernando y Javier quienes, aunque estudiaron Derecho, se han volcado en el imperio familiar, integrado también por Los Huevos de Lucio, El Landó y Viejo Madrid.

Todo, la fidelidad y felicidad de su variopinta clientela, y galardones como la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, lo ha conseguido "disfrutando", por lo que ya ha pedido a los muchos que le quieren y admiran que, cuando muera, le despidan "cantando en vez de llorando".

Mientras recuerda los momentos con Don Juan Carlos y Bill Clinton, Doña Sofía y Laura Bush, el príncipe Felipe, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Kofi Annan, Pierce Brosnan, Tom Cruise o Elle McPherson, exclama: "¡Qué cosa más sencilla que unos huevos sean la revolución!".

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