Británicos en España: entre la tristeza y el “nada ha cambiado” con la llegada del Brexit

El despertar este sábado de los residentes del Reino Unido en España en la primera jornada del Brexit aglutina diferentes sentimientos
Británicos en España: entre la tristeza y el “nada ha cambiado” con el Brexit
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De la costa malagueña a la alicantina saltando a Baleares y sin olvidar la colonia británica de Gibraltar, el despertar este sábado de los residentes del Reino Unido en España en la primera jornada del Brexit aglutina sentimientos de tristeza, enfado e incertidumbre, pero también la sensación de que aún “nada ha cambiado”.

El “todo sigue igual” se respira en el pueblo de España con mayor porcentaje de británicos empadronados: San Fulgencio, donde viven más súbditos del Reino Unido que españoles (3.000 por 2.800 en un censo de 7.900). En sus calles predomina la lengua de Shakespeare, sobre todo en urbanizaciones como la gigantesca y ‘laberíntica’ La Marina-Oasis.

En declaraciones a Efe, el concejal delegado de Relaciones Internacionales y Turismo del pueblo, el londinense Darren Parmenter, de 58 años, explica que, como muchos de sus vecinos, anoche se acostó pronto para evitar tener que ver por la televisión las fiestas de los partidarios del Brexit en algunas calles de su país festejando la salida, tras 47 años en la UE.

“Ha sido triste ver retirar nuestra bandera del Parlamento europeo. No he querido ver mucho en la televisión y menos algunas celebraciones en Londres y otros puntos de los partidarios del Brexit”, relata.

En todo caso, este concejal afirma que “nada ha cambiado” para los británicos de San Fulgencio y del resto de la Costa Blanca alicantina porque aquí “viven legalmente y pueden seguir recibiendo sus pensiones y disfrutando de los servicios sanitarios”.

“Hoy, 1 de febrero, hay menos dudas que hace un par de meses”, ha proseguido el concejal londinense, “porque ahora se sabe que los cambios en cuanto a la actualización de las pensiones y la cobertura sanitaria solo afectarán a los británicos que lleguen a partir de 2020, no a los que ya estamos aquí”.

Por este motivo, Parmenter opina que algunos compatriotas que han vendido sus propiedades en los últimos meses para regresar al Reino Unido por el “miedo” del Brexit deben haber despertado hoy en su país pensando “¿qué hemos hecho?”.

“Como me pasa a mí, que llevo 30 años en España, muchos no nos sentimos muy europeos pero sí muy españoles”, recalca Parmenter, “incluso más que británicos”.

En San Fulgencio y el resto de la provincia de Alicante, donde reside uno de cada cuatro británicos en España, la numerosa colonia británica está formada, mayoritariamente, por jubilados de entre 60 y 70 años que han llegado en busca de buen tiempo y una mejor calidad de vida.

Más de 10.000 residentes están agrupados en la asociación de británicos en España “Brexpats in Spain”, cuya presidenta, Anne Hernández, habla con Efe en Málaga. “Es una situación horrible e incomprensible”, lamenta al explicar que no entiende el voto al Brexit.

Ella misma, que reside en Mijas (Málaga), en plena Costa del Sol, no pudo votar por llevar más de quince años fuera de su país y entiende que debería haber ejercido ese derecho en la consulta sobre la salida de Reino Unido porque “afecta” a su futuro y al de su familia.

Hernández reprocha los “rumores y confusiones” que circulaban sobre este proceso y que originó que la sociedad británica votara un “simple ‘sí’ o ‘no’“ sin tener conocimiento de lo que ocurriría.

La provincia de Málaga cuenta con alrededor de 50.000 británicos, cifra que se elevó recientemente al empadronarse más personas para obtener el certificado del registro de ciudadanos de la Unión Europa.

Pese a todo, Anne Hernández siente “muy poca preocupación” con el Brexit debido al acuerdo firmado este miércoles por el Parlamento Europeo que protege los derechos de los residentes británicos fuera de su país de origen.

Esta sensación de tranquilidad torna en mayor incertidumbre en Gibraltar, donde prima este sábado el hecho de haber empezado por fin a andar un camino sobre el que llevan tres años oyendo hablar pero cuyos beneficios y dificultades aún dependen de muchas negociaciones.

En la ceremonia celebrada a medianoche cerca de la frontera, en la que la bandera de la UE fue arriada y sustituida por la de la Commonwealth, se mezclaron los gestos solemnes de las autoridades y algunos gritos de alegría entre el público.

Los gibraltareños, que en el 2016 votaron masivamente en contra de la salida del Reino Unido de la UE (con más de un 96 por ciento de votos a favor de permanecer), emprenden este camino más cansados de las discusiones, los debates, la confusión y la incertidumbre con las que llevan viviendo estos tres años que entusiasmados por abandonar la familia europa.

“No está en nuestras manos hacer nada”, dice un gibraltareño, que como todos dentro y fuera de la colonia británica, se preocupa especialmente porque el Brexit no afecte a la fluidez de una frontera por la que cada día pasan 14.700 trabajadores transfronterizos, de los cuales 9.300 son españoles.

Este sábado la verja vive una jornada tranquila, sin el trasiego habitual de los días de diario en las horas puntas. El ajetreo más ligero del fin de semana lo protagonizan los gibraltareños que salen fuera de la colonia, un territorio de apenas seis kilómetros cuadrados y con 32.000 residentes, para ir a sus segundas residencias en Málaga o Cádiz, o para ir de paseo, compras, o a visitar amigos o familiares al otro lado de la frontera.

“Lo que más me preocupa es que salir o entrar sea un poco más difícil, pero creo que a todos los políticos les interesa que esta frontera siga siendo un paso fácil, porque es lo que más nos afecta a los ciudadanos, a nivel laboral, familiar, social. Gibraltar y La Línea son dos vecinos con relaciones muy, muy estrechas”, comenta hoy una gibraltareña.

De momento, la incertidumbre sobre cómo acabará afectando el Brexit a Gibraltar continúa, porque ayer sólo supuso la confirmación de que “no hay vuelta atrás”.

Baleares es uno de los destinos turísticos predilectos de los ciudadanos del Reino Unido. Unos 3,5 millones viajan a las islas cada año, y casi 15.000 británicos residen en el archipiélago.

Esa es la cifra oficial de acuerdo con los datos del padrón, pero Kate Mentink, escocesa afincada en Mallorca hace más de cuatro décadas asegura que son muchos más, hasta 40.000, según estimaciones. La mayoría, dice, no consta en registros oficiales, ni cotiza ni tributa, y estos “van a ser los más afectados”.

Mentink, que impulsó y lideró durante años una asociación, Ciudadanos Europeos, considera clave que sus compatriotas aprovechen el periodo de transición para regularizar su situación de cara a obtener prestaciones sanitarias y pensiones de jubilación, aunque esto último depende “del señor Johnson”, apunta con escepticismo.

Algunos balear-británicos tienen negocios en lugares de recreo habituales para sus compatriotas, como Martin Makepeace en el municipio ibicenco de Sant Antoni. Para él, la incertidumbre del Brexit abrupto pasó y ahora hay marcado “un camino muy claro”.

Makepeace aguarda “a ver qué pasa” en estos once meses de transición y cómo puede afectar a los británicos residentes en la isla, especialmente en sus relaciones comerciales. “Este año no nos va afectar, el año que viene ya veremos”, apunta.

Más pesimista es Hazel Morgan, presidenta del grupo ecologista Amics de la Terra, que con 45 años residiendo en Ibiza está a punto de obtener la nacionalidad española. A su juicio, el Brexit es “un gran error” que provocará “un gran caos” para Reino Unido.

Chris Kitchen, que vive desde hace 12 años en Menorca, está preocupado por los “problemas para los viajes”, ya que habrá nuevos requisitos burocráticos, pero sobre todo, porque pese a tener 45 años, teme por su pensión de jubilación.

Una paisana afincada en Menorca desde hace 16 años, Alison Ramage, tiene una opinión completamente opuesta y considera que “ha habido mucha histeria en los últimos años” sobre las consecuencias del Brexit, que para ella no son preocupantes “en absoluto”.

Alison cree que su país recupera la plena soberanía frente a una “organización corrupta y antidemocrática”. “Si bien la UE ha perdido a un inquilino malo, ha ganado un buen vecino”, asegura.

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