S.O.S. del eslabón más débil de la música en vivo ante la actual crisis

Los días pasan sin derecho a paro ni apenas asistencias para cientos de miles de operarios y técnicos que en España conforman la línea invisible pero imprescindible de la música en vivo
S.O.S. del eslabón más débil de la música en vivo ante la actual crisis
photo_camera S.O.S. del eslabón más débil de la música en vivo ante la actual crisis

Sin fecha para el retorno de conciertos más allá de estimaciones escalofriantes que hablan de otoño de 2021, los días pasan sin derecho a paro ni apenas asistencias para cientos de miles de operarios y técnicos que en España conforman la línea invisible pero imprescindible de la música en vivo.

Son quienes hacen que la estrella llegue a tiempo y al mayor número de ciudades posible, que cada una de sus canciones brille como debe y que el sonido sea nítido; montan y desmontan, afinan los instrumentos y los dejan listos para cada cambio o saltan raudos sobre las tablas para reponer un micro que deja de funcionar o una cuerda que salta.

"Lo mejor de este trabajo es poder hacer lo que siempre me ha gustado y la adrenalina de trabajar en directo delante de tanta gente. Lo más duro: las condiciones laborales, las horas de furgoneta, dormir poco, trabajar de día y de noche y, sobre todo, estar lejos de los míos", relata a Efe Joel Crespo, iluminador, programador y diseñador para bandas como Morgan o Izal.

Según la federación nacional de Es_Música, unas 300.000 familias viven directa o indirectamente de este sector en España y la gran mayoría son rostros anónimos. De la gira de una artista como Rozalén dependen por ejemplo los ingresos de unas 30 personas; en una de Alejandro Sanz, entre 100 y 150.

"En el concierto de aniversario 'Más y Más' había 1.500 personas trabajando. Cuando se habla de este parón de la música a muchos les parece una frivolidad, porque piensan en artistas como yo, pero hay mucha gente que vive al día y que están pasándolo mal ahora", recuerda a Efe el autor de "Corazón partío".

Se cobra por concierto y bajo tarifas muy variables en virtud del estatus y el acuerdo alcanzado, pero nunca boyantes, hasta sumar de media unos 1.800 a 2.500 euros brutos según el mes. "Y de ahí hay que descontar todo lo demás", recuerdan, pues en la mayoría de los casos trabajan en régimen de autónomos, "incluso aunque estés con una empresa".

"Yo tuve que ser autónomo hasta como profesor de una escuela de sonido", confirma Carlos Grimaldi, técnico de sonido de Fuel Fandango y, ocasionalmente, de Amaral y Sidonie.

A la espera de una Ley de la Música que no llega nunca, viven en un limbo jurídico y fiscal, sin convenio, sin categorías expresas que definan las particularidades de su trabajo, como que la suya sea una actividad altamente estacional.

Está por un lado la época de festivales, "cuando empieza lo gordo", y la temporada de salas, de octubre hasta aproximadamente abril. "Vives fuera de casa de jueves a domingo y haces muchos kilómetros para compaginar distintos artistas y cubrir los huecos en el calendario. Por eso igual hoy estás en Zaragoza con Rayden y mañana con Xoel López en Coruña", subraya el "backliner" y "road manager" Isma Santamaría.

Cuando la gente se divierte, ellos trabajan. "Algún año que terminas una gira en noviembre y no arranca otra hasta febrero hay una época floja, pero yo llevaba años empalmando los doce meses de trabajo. Este año, por ejemplo, lo tenía todo cubierto", dice sobre un tónica que afortunadamente se repetía.

"Yo lo comparo con una catástrofe natural que se lleva todo por delante", opina Grimaldi, ante un sector que venía de otro récord de facturación en España en 2019 (382 millones de euros), que lo convertía en el principal motor de la industria musical en España.

No existen previsiones respecto al momento en el que volverán a celebrarse conciertos. "Estas cosas serán las últimas en volver. Siendo realistas, hablamos de otoño de 2021 como pronto" apuntó recientemente Zeke Emanuel, asesor del director general de la OMS, una previsión que hizo temblar a todo el mundo.

Cuando menos, Es_Música consideraba ya perdida la temporada alta de festivales en uno de sus últimos informes, en el que calculaba pérdidas superiores a los 600 millones de euros que pondrían "en cuestión la supervivencia del sector".

"Ha tenido que pasar esto para darnos cuenta de cómo está el sector. Habría que crear marcos de trabajo, tablas salariales y un sistema de ayudas por si esto vuelve a suceder", opina Jorge Fernández, quien ha sido "backliner" de Lori Meyers o Viva Suecia, entre otros y de momento no ha recibido asistencia pública alguna.

Ante ese panorama y la falta de medidas específicas, se mira con envidia los movimientos de gobiernos del entorno en protección de sus industrias culturales. Como mucho, algunos de estos "obreros de la música" han logrado la prestación por cese de actividad extraordinario aprobada por el Gobierno para todos los autónomos que demostraran pérdidas de un 75%.

"Esas ayudas se acabarán con el estado de alarma, el trabajo previo que se ha hecho para conciertos no se pagará y no ganaremos nada en los próximos meses, por no contar lo invertido en equipo. Nuestros filtros para quebrar son mucho menores que una sociedad limitada", recuerda Álvaro Vilches, de APPORTE (Asociación de Profesionales de la Producción, Organización y Realización Técnica del Espectáculo en Vivo).

Los que puedan se apoyarán en el sueldo de sus parejas. "El que más o el que menos es padre de familia con hipoteca. Lo poco que tenemos ahorrado se gastará en 6 meses", advierte Santamaría, otro cálculo que se repite entre los encuestados.

"Cuando la gran mayoría de los sectores hayan arrancado, nosotros aún estaremos sin poder trabajar", subraya Carlos Sosa, batería de la última gira de Zahara, uno de los pocos afortunados que ha podido pedir la prestación por desempleo al haber sido dado por primera vez de alta. "Sé que tampoco lo ponen fácil a los artistas para que esto pueda pasar siempre", apostilla.

Al Gobierno piden cuando menos regular las cuotas autónomos de manera que fuera posible pagar a razón de lo trabajado.

"Habrá muchas partidas presupuestarias en todas las administraciones destinadas a eventos de cultura que posiblemente no se van a llevar a cabo al no haber eventos. No estaría mal que fuesen a un fondo y se repartiese entre la gente que nos dedicamos a ello para salvarnos el cuello", propone Grimaldi.

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