García-Belenguer: "Lo más cómodo para el Real habría sido cerrar las puertas"

Reflexiona sobre los retos de la gigantesca institución que gestiona ante una de las temporadas probablemente más complicadas en sus más de 200 años de historia a causa de la COVID-19
El director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer: "Lo más cómodo para el Real habría sido cerrar las puertas"
photo_camera El director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer: "Lo más cómodo para el Real habría sido cerrar las puertas"

Ignacio García-Belenguer, director general del Teatro Real, reflexiona con Efe sobre los retos de la gigantesca institución que gestiona ante una de las temporadas probablemente más complicadas en sus más de 200 años de historia a causa de la COVID-19.

PREGUNTA: ¿Diría que en efecto esta podría ser la temporada más convulsa del Real?

RESPUESTA: Cada temporada tiene su dificultad y eso forma parte de la vida del teatro, que es movimiento, cambio y adaptación a las circunstancias, aunque este es un cambio mucho más drástico que no teníamos previsto y exige algo más de tiempo, interés, incertidumbre y desconcierto.

P: ¿Por qué la Metropolitan de Nueva York cierra sus puertas y el Teatro Real las abre de par en par?

R: El Real siempre ha entendido que tiene que ejercer labor de ejemplaridad. La cultura necesita estar viva y pensamos que había que hacer el esfuerzo necesario por garantizarla de manera segura, que pudiésemos seguir siendo punto de encuentro y de referencia. Entendíamos también que el hecho de que abriéramos nosotros, llevaría a hacer lo mismo a otros muchos y que si había uno que podía hacerlo por medios, capacidad, liderazgo y proyecto era este.

P: Y cuatro meses después, ¿qué piensa de esa decisión?

R: Fue una apuesta de la que el Teatro Real se siente plenamente satisfecho, haber sido el primer teatro del mundo que en reabrir sus puertas.

P: Con la reducción de aforos y el costo de las producciones operísticas, ¿le va a salir a cuenta?

R: Depende. Los números ahora son mucho más tozudos y difíciles. Estábamos acostumbrados a llenos del 90-95% y cambiar a aforos del 65, 75 o 50%, como se llegó en algún momento, es duro y genera un poco de tristeza. Lo más cómodo hubiese sido cerrar las puertas y esperar a que la tormenta escampara. Pero ha merecido la pena sin duda. Hay una apuesta artística, hay un elenco, un proyecto, una realización personal de los cantantes, músicos, coro y orquesta.

LA SUSPENSIÓN DE "UN BALLO IN MASCHERA"

P: Uno de los episodios más rocambolescos y controvertidos de esta etapa fue la suspensión del pasado 20 de septiembre de "Un Ballo In Maschera" por las protestas de parte del público por la distribución de butacas. El presidente del Patronato del Teatro Real, Gregorio Marañón, dijo que había sido algo "organizado". ¿Piensa igual?

R: Hubo una disfunción entre la realidad social y la jurídica. Esta última entendía que era más relevante el uso de mascarilla que la distancia social, porque se equiparaba a otras situaciones como aviones o trenes. Pero la realidad social era otra: el espectador se sentía más cómodo si no tenía a nadie al lado. Ahora se ha producido ese cambio normativo y la realidad jurídica se ha hecho más receptiva a las demandas del espectador.

P: Pero no se entiende por qué, de la misma manera que de origen y por iniciativa propia redujeron aún más el aforo respecto a la norma (de un 75 a un 65%), no se pensó en aplicarla por igual a todas las zonas del teatro, como se ha terminado haciendo tras las protestas.

R: Había que hacer una apuesta por la cultura y la cultura a veces demanda el mismo trato igualitario que otros sectores económicos más potentes. Ante el poder que han tenido las líneas aéreas o ferroviarias, que han sido capaces de doblegar el criterio y no mantener la distancia a cambio de la mascarilla, se entendió que eso era asimilable también al mundo cultural.

P: ¿Y por qué no funcionó?

R: Lo cierto es que el espectador, cuando va a un teatro, al cine o a una actividad de ocio, demanda condiciones que no exige en otras actividades cotidianas. El Teatro Real ha querido ser permeable a su público, porque al final a lo que se viene es a crecer y, si no hay comodidad en el proceso, el espectador dejaría de venir.

P: Los dirigentes políticos, especialmente el Ministerio de Cultura, ¿han estado a la altura de la proyección de esa imagen de que la cultura es segura?

R: Por supuesto. El Teatro Real tiene un patronato en el que están representadas las tres administraciones públicas (el ministerio, la comunidad autónoma y el ayuntamiento). Esto es una fundación pública presidida por los Reyes y todos han sido cómplices y así lo han entendido, como muchas otras instituciones culturales.

P: Pero hasta ayer los ministros de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, y de Sanidad, Salvador Illa, no expresaron de manera conjunta esa frase, que "la cultura es segura". ¿No debería haber llegado antes dicha declaración institucional?

R: Probablemente se ha producido un retraso en la declaración, pero no en el hecho. Estoy convencido de que todo el sector de los espectáculos ha trabajado desde el principio en ver cómo podían ser seguros. Aquí la gente tendría que ver cómo los propios cantantes los que se preocupan los primeros por su salud y evitar contactos, porque una enfermedad para ellos es dejar de trabajar.

CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA DEL TEATRO REAL

P: ¿Fue complicado diseñar esta temporada?

R: Las temporadas de ópera se diseñan con dos o tres años de anticipación. Lo que ha sido complicado ha sido el acomodo, cómo haríamos "La Traviata" manteniendo la distancia de seguridad o cómo en "Un Ballo In Maschera" se podía mover el coro, cuándo los bailarines tenían que llevar mascarilla y cuándo no...

P: ¿Ha habido muchas modificaciones estructurales en ese sentido?

R: Ha habido que pensar qué elementos quitar del escenario para que hubiese más holgura y por ejemplo se han retirado las dos primeras filas de butacas para la orquesta. Ha habido que pensar además cómo ubicarla para que siguiese sonando bien, qué altura tenían que tener los instrumentos para la expulsión del aire... Ha sido apasionante, a veces complicado. En alguna ópera tendremos que poner a la orquesta en uno de los palcos.

RETOS DE FUTURO

P: Dejando de lado del coronavirus, ¿qué papel diría que ocupa actualmente el Teatro Real en el circuito internacional y qué se ha hecho durante su gestión para mejorarlo?

R: Es la primera institución de las artes escénicas en España y está entre los cuatro o cinco primeros teatros de Europa. Liderar depende a menudo de las programaciones y apuestas artísticas. Buenos cantantes podemos tenerlos todos, pero se trata de generar agendas y buscar excelencia, equilibrio, coherencia y nuevas creaciones en la programación, que haya una apuesta por la reflexión y crecimiento. Posicionarte así no se hace de un día para otro.

P: ¿Un sueño pendiente para hacer realidad?

R: Hay que crecer en nuevos públicos, que los jóvenes vengan más. Hemos bajado la edad media a 50-55 años, pero tienen que tener más presencia, y que la ópera sea un elemento del consumo cultural ordinario, como lo es ir al cine. Se está trabajando en colegios, para llevar la ópera a la escuela, que no sea un acontecimiento. No deberíamos encontrar un niño de 14 años que no haya ido nunca a ver una ópera.

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