Paco, toledano lector de 94 años: 'en la vida nunca pierdes lo que has aprendido'

Paco Sanz tiene 94 años y medio, y apenas tenía seis cuando fue a una biblioteca por primera vez: "En la vida puedes perder mujer e hijos o puedes arruinarte, pero lo que nunca vas a perder es lo que has aprendido", asegura

El toledano Paco Sanz de Castro, un lector de 94 años y medio / Fotografía: EFE/ISMAEL HERRERO
photo_camera El toledano Paco Sanz de Castro, un lector de 94 años y medio / Fotografía: EFE/ISMAEL HERRERO

El toledano Paco Sanz de Castro tiene 94 años y medio, y apenas tenía seis cuando fue a una biblioteca por primera vez: "En la vida puedes perder mujer e hijos o puedes arruinarte, pero lo que nunca vas a perder es lo que has aprendido", asegura.

Con motivo del Día de la Biblioteca, que se conmemora cada 24 de octubre, este nonagenario ha mantenido una charla con la Agencia Efe en una salita que la Biblioteca de Castilla-La Mancha cede al lector, "que es una institución en la biblioteca", y a la periodista.

A Francisco Sanz de Castro (le gusta que le llamen Paco) su padre le enseñó a leer a los tres años, y a los seis acompañó a un amigo a la bilioteca de Toledo, que entonces estaba en el actual Museo de Santa Cruz.

Llegó con pantaloncillos cortos y "algo enclenque", recuerda con humor, y no querían dejarle entrar; pero insistió hasta que lo consiguió. Y hasta ahora.

Su vinculación con la biblioteca ha sido permanente durante su larga vida, tanto cuando estaba en Santa Cruz como cuando se trasladó al Miradero y, finalmente, a la última planta del histórico Alcázar en octubre de 1998.

Dice que siempre ha sido "un lector solitario", asegura que si un libro no le ha interesado en las primeras diez páginas "lo cierro y cojo otro" y hace una sugerencia: "no te pongas a leer cuando estás aburrido, sino cuando estás en actividad. Si estás adormecido, nada de nada".

Paco también coincide con Rosa Regás, la que fue directora de la Biblioteca Nacional, en la apreciación de que "somos los lectores los que hacemos nuestras las novelas".

Ha leído a muchos autores pero no tiene uno preferido, aunque cita que le han gustado las novelas de Jardiel Poncela, los libros de Eugenio D'Ors y el Quijote de Cervantes con un añadido: "El Quijote es aburrido leído de corrido, pero si lo lees capítulo a capítulo es muy divertido. Son aventuras independientes".

La conversación con Paco no solo gira en torno a la lectura -en su casa tiene 3.500 libros- y a su intensa vinculación con las bibliotecas, sino que también es un repaso por la historia de Toledo durante casi un siglo.

Su padre, Aurelio Sanz, era camarero del Hotel Castilla -sede actual de la Tesorería de la Seguridad Social en Toledo-, donde se habían alojado desde Benito Pérez Galdós hasta Rainer María Rilke. Y su madre, Francisca de Castro, era "la mejor modista" que había en Toledo.

De su pandilla de amigos cita a Rufino Miranda, que fue un gran guía de la ciudad de Toledo; Luis Peces, que hizo una reproducción del artificio de Juanelo Turriano; Juanito, el estanquero de la Calle Ancha, y el hijo de Galiano -el dueño de la empresa de autobuses- que le llevó a la biblioteca por primera vez.

Después de la Guerra Civil, el Hotel Castilla fue confiscado a sus dueños -familia del escritor Félix Urabayen- y durante un tiempo fue "una especie de parador de turismo", donde el joven Paco trabajó como conserje y acompañando a los turistas a visitar Toledo.

Después tuvo "cinco o seis años, ¿cómo lo llamáis ahora?, sabáticos, o sea, de vivir como un rey, en la biblioteca, en el casino. Hasta que cayó en mis manos un libro sobre avicultura".

Y a ello se dedicó toda su vida, a la crianza y venta de pollos, después de formarse en la Escuela de Avicultura de Madrid y en la Real Escuela de Avicultura de Arenys de Mar (Barcelona). Tuvo un puesto en el mercado de abastos y prestó servicio en instituciones sanitarias.

También ha pintado mucho, porque en aquellos años sabáticos asistía a las charlas del profesor Guillermo Téllez en la Escuela de Arte de Toledo, donde empezó a interesarse por otra de sus pasiones, el Greco.

Ha sido cliente habitual de la Cuesta de Moyano y del Rastro de Madrid y de Casa Balaguer de Toledo, y fue el primer varón que entró en un club de lectura en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, a la que debe muchos momentos de placer pero también "el primer arrumaco en el corazón" porque el día de su inauguración (ya tenía 77 años) subió a pie sus ocho plantas "y al día siguiente, ingresado".

Antes de despedirnos, Paco pregunta "¿y de todo esto, qué va a salir?. Porque yo solo soy un viejo que lee".

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