Lázaro lleva al lector al arranque de la Transición en 'Los años dorados'

El escritor Antonio Lázaro, en un momento de la entrevista - EFE/Ismael Herrero
photo_camera El escritor Antonio Lázaro, en un momento de la entrevista - EFE/Ismael Herrero

Autor de varios thrillers con trasfondo histórico y una cierta inclinación al género fantástico, Antonio Lázaro traslada al lector, en su última novela, al arranque de la Transición española, unos años que define como "intensos, revulsivos y llenos de ideales y sueños".

En una entrevista con la Agencia Efe, con motivo de la publicación el pasado jueves de este trabajo, titulado "Los años dorados", el escritor explica que, en esencia, sigue "fiel" a la misma línea de sus cuatro novelas anteriores: "un marco narrativo de cierto suspense con acción trepidante y un enigma por resolver".

Sólo que esta vez no se remonta a la Edad Media o el Renacimiento, sino que viaja "al Madrid efervescente de mediados de los 70", por lo que, inevitablemente, en esta novela "se vislumbra un lado más personal" puesto que el vivió "ese momento y en esa ciudad" en sus años de universitario, puntualiza el autor conquense afincado en Toledo.

Además de su labor novelística, Lázaro (1956), que trabaja en temas de gestión cultural en la administración autonómica castellano-manchega, ha escrito poesía, teatro y relato corto y ganado premios como el 'Fernando de Rojas' de Novela en 1995 o el 'Don Quijote' de Periodismo Cultural en 1996.

P.- ¿Qué le ha llevado a escribir una novela sobre los años que supusieron el arranque de la transición democrática en España?

R.- Posiblemente que viví en esa ciudad como universitario en esos años, que considero que fueron intensos, revulsivos y llenos de ideales y sueños.

P.- ¿Cabe hablar entonces de una novela autobiográfica?

R.- Toda escritura finalmente lo es. Al autor le interesa lo que la realidad contiene de literario y lo que la literatura tiene de realidad, de vida vivida. Pero 'Los años dorados' es más generacional que personal; de ahí la dedicatoria abierta: a todos los que lucharon, amaron y soñaron por la libertad en España.

P.- ¿Y por qué no también a los que lo hicieron en el 78 o más tarde?

R.- Los años que siguieron a la muerte de Franco fueron previos al arranque de la normalización democrática en España y no estaba claro que el régimen estuviese dispuesto a una negociación pacífica por el restablecimiento de las libertades. Era peligroso manifestarse, pervivía la tortura en los calabozos y lo de las balas es real, no un eslogan literario.

P.- Pero hay que decir que su novela transcurre fundamentalmente en tiempo presente.

R.- En efecto, se trata de un viaje de ida y vuelta. El protagonista tiene un encuentro fortuito en una autovía y a partir de ahí retoma un antiguo amor y, de alguna forma, reconstruye su antiguo grupo universitario donde se conjugaban amistad, poesía y activismo literario.

P.- ¿No hay cierta añoranza personal en su obra?

R.- No es una novela nostálgica, explora el presente y mira hacia el futuro, después de volver al desván del pasado. Hay una sombra, un cabo suelto o enigma que mueve la acción y no se desvela hasta el final y es el que cambia sus vidas permitiéndoles crecer y evolucionar.

P.- ¿Nota muchos cambios al comparar aquel Madrid con el de ahora?

R.- Sí, a pesar del retroceso de la malhadada crisis, Madrid hoy es una ciudad con color, un color que entonces no tenía. En aquellos años era gris marengo, caqui, del color de los uniformes, pero en el curso universitario al que viaja la novela (1976-77), en los barrios, en la universidad y entre los jóvenes ya se apuntaba esa eclosión, ese arco iris que luego se visualizó en aquel célebre cartel electoral de José Luis Sánchez.

P.- ¿En qué lugares se localiza la acción?

R.- En sitios muy emblemáticos como el café Gijón o la discoteca El Junco, en Alonso Martínez, que era entonces un nido de conspiradores antifranquistas y ahora pervive como catedral del soul y el funk.

P.- Se nota por sus palabras que usted fue asiduo de estos lugares...

R.- Por supuesto y eso le da mayor verismo a la historia. Remite también a otros sitios con mucho encanto y ya desaparecidos, desafortunadamente, como el café Comercial, en la glorieta de Bilbao; o el Avión Club, en la calle Hermosilla, un antiguo cabaret reconvertido en bar de copas para jóvenes bohemios cuya especialidad eran los platos de pipas que hacían de percusión a las melodías de don César, el viejo pianista del local. 

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