Castilla-La Mancha lidera cultivo del ajo con el 59,7% de la producción entre 2013 y 2023
Castilla-La Mancha mantiene desde hace una década un liderazgo indiscutible en el cultivo del ajo, tanto en superficie como en volumen producido. Así lo confirma el estudio “Relevancia del subsector del ajo cooperativo en la economía de Castilla-La Mancha”, elaborado por Cooperativas Agro-alimentarias Castilla-La Mancha a través de la Fundación CooperActiva y presentado en el Centro de Capacitación Agraria de Las Pedroñeras.
El informe, dado a conocer por el responsable de Fundación CooperActiva, Tomás Merino, y el técnico sectorial Jesús Ángel Peñaranda, se enmarca en el Programa de apoyo a la creación y al empleo de cooperativas y sociedades laborales impulsado por la Consejería de Economía, Empresas y Empleo. A la presentación asistieron representantes de cooperativas agroalimentarias de ajo de toda la región, un sector que consideran esencial para la vertebración territorial y el desarrollo rural.
Un liderazgo sostenido en España y Europa
España produce el 1,1 % del ajo mundial, con más de 315.000 toneladas anuales, y encabeza la producción europea con el 42,1 % del total. Aunque muy lejos del gigante asiático —China genera más de 20 millones de toneladas, el 72 % mundial—, el país ocupa una posición estratégica en el mercado continental.
Dentro del ámbito nacional, Castilla-La Mancha domina con claridad: entre 2013 y 2023 reunió el 59,7 % de la producción media. Le siguen Andalucía y Castilla y León, aunque a bastante distancia. Por provincias, Albacete concentra el 34,4 % del total regional, seguida de Ciudad Real (12,2 %) y Cuenca (11,6 %).
La superficie cultivada refuerza esta hegemonía: el 67,8 % del total español se ubica en territorio castellanomanchego. Albacete vuelve a liderar (33 %), por delante de Cuenca (17,2 %) y Ciudad Real (16,2 %).
El peso del cooperativismo: cohesión social y motor económico
El estudio subraya la relevancia del modelo cooperativo como instrumento para fijar población, crear empleo y sostener la actividad económica local. En España, las cooperativas comercializan el 84 % del ajo producido por este sistema empresarial, con 4.285 empleos directos, indirectos e inducidos.
Castilla-La Mancha representa el núcleo del cooperativismo del ajo: acoge 13 de las 23 cooperativas existentes en el país, reúne el 34 % de la base social, genera el 42 % del empleo cooperativo nacional y comercializa el 84 % del ajo cooperativo español. En la campaña 2023/24, estas cooperativas alcanzaron un valor conjunto de 116,3 millones de euros —89,2 millones en primer grado y 26,9 millones en segundo grado—.
Sin embargo, el informe alerta sobre un retroceso en la concentración productiva dentro de estas entidades, un fenómeno que impacta negativamente en el medio rural.
Uno de los desafíos más graves es el relevo generacional: solo 97 jóvenes se han incorporado al sector en la región, el número más bajo del país, lo que amenaza la continuidad del subsector.
Cadena de valor y retos comerciales
Entre 2010 y 2022, el valor de mercado del ajo en España creció un 24,6 %. En Castilla-La Mancha, el incremento fue del 5,9 % una vez descontada la inflación. Además, el agricultor apenas recibe el 25,4 % del precio final, lo que refuerza la importancia de las cooperativas para estabilizar precios y ganar peso en la cadena de valor.
En materia de comercio exterior, el estudio revela una marcada dependencia del mercado nacional: el 77 % del ajo se consume en España y tan solo el 3 % llega fuera de la Unión Europea. La competitividad en precios es reducida —2,1 euros/kg en exportaciones frente a 2,3 euros/kg en importaciones—, a lo que se añaden barreras comerciales y normativas más exigentes para los productores europeos, que denuncian falta de reciprocidad con países extracomunitarios.
Un cultivo que sostiene población y territorio
El ajo es un eje económico y social para muchos municipios castellanomanchegos. El estudio confirma que más del 47,9 % de las familias de los pueblos productores dependen directa o indirectamente de este cultivo, desde la siembra hasta la manipulación, transformación y comercialización.
El modelo cooperativo, concluye el informe, no solo garantiza un rendimiento económico: actúa como herramienta de conservación social y territorial, sosteniendo la actividad en zonas que, de otro modo, sufrirían un mayor riesgo de despoblación.