El wifi y las videoconferencias toman la política española... por ahora

No convence el formato, aunque sea obligado dadas las circunstancias, con un país confinado y una economía paralizada por la capacidad de propagación del coronavirus
Vista general del pleno extraordinario celebrado el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados para explicar la declaración del estado de alarma y las medidas para paliar las consecuencias de la pandemia del coronavirus
photo_camera Vista general de uno de los plenos extraordinarios de los últimos días con el Congreso sin parte de los diputados

La pandemia más contagiosa del último siglo ha roto completamente las rutinas, también la de la política. El presidente, los ministros, los diputados, los senadores, todos, dependen ahora de las videoconferencias, y lógicamente, de las saturadas redes wifi. 

No convence el formato, aunque sea obligado dadas las circunstancias, con un país confinado y una economía paralizada por la capacidad de propagación del coronavirus. 

Así lo reconocen a Efe diputados y asistentes parlamentarios consultados por éste y otros asuntos de actualidad en el Congreso. Una afirmación de uno de ellos, integrante de la dirección de su grupo, resume la sensación: "Porque ahora no queda más remedio, pero echo de menos las reuniones". 

Las videoconferencias se han hecho usuales, y con ellas, imágenes de peor calidad del conferenciante y hasta ciertas intromisiones en la privacidad: los libros de la estantería del fondo, ese cuadro en la pared... 

Nada escapa a la videconferencia, ni en la política al más alto nivel. La cumbre europea del pasado jueves, que culminó con el bloqueo de España e Italia, se desarrolló íntegramente en este formato, los primeros ministros casi solos en despachos (se entiende que sus asesores estarían con ellos, aunque fuera de plano). 

La excepcionalidad por la pandemia genera contrastes: las superpobladas reuniones de los consejos de ministros se transformaron el viernes pasado en un encuentro como de mesa camilla: a Sánchez le acompañaron cinco ministros y los demás participaron por videoconferencia. 

Para que los acuerdos que salgan de los consejos sean ejecutables, hubo que cambiar la legislación a través de uno de los decretos leyes de medidas contra el impacto del coronavirus. 

El Gobierno alegó motivos de excepcionalidad que permitieran las videoconferencias o las audioconferencias. Más excepcional que esta pandemia...

En el Congreso, los plenos telemáticos, es decir, los diputados interviniendo desde fuera, resultan inviables porque los impiden el reglamento (artículo 70.2) y hasta el Tribunal Constitucional, pues una de sus sentencias (en febrero de 2019 prohibió la investidura a un Carles Puigdemont ausente) consagra el carácter presencial del parlamentarismo. 

Sin embargo, claro que la videoconferencia ha desembarcado en el Congreso. 

Los nueve integrantes de la Mesa se han reunido virtualmente, por ejemplo para avalar el acuerdo que generalizó el voto telemático en el pleno del miércoles pasado, y la Junta de Portavoces del 18 de marzo transcurrió así por obra y gracia del wifi. 

Uno de los asistentes recuerda el desorden de aquella reunión precisamente por las características del formato y por la poca pericia del conferenciante: intercambios de pareceres más lentos, comunicaciones que se entrecortaban, planos congelados, portavoces que se olvidaban de cortar el sonido cuando no era su turno... 

En las direcciones de los grupos parlamentarios la videoconferencia se ha hecho rutina, a la altura del café del desayuno. 

El portavoz del PSOE en el Senado, Ander Gil, ha protagonizado varias para analizar, por áreas, la crisis del coronavirus, y lo mismo ha ocurrido en el PP, en el Congreso, pues su portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, no ha ralentizado la actividad ni un ápice gracias, por supuesto, al wifi. 

Son dos ejemplos, pero se puede añadir un tercero: los diez diputados de Cs, entre ellos su portavoz y líder, Inés Arrimadas, se pasaron toda la mañana del día 25 enganchados a sus portátiles para preparar las intervenciones de la única parlamentaria que fue al pleno de aquellas tarde, noche y madrugada: María Muñoz. 

Incluso un cuarto, ya que fue precisamente por videoconferencia cómo se coordinaron los portavoces de ERC, JxCat, Más País o EH Bildu para presentar en el Congreso una nueva solicitud de investigación de las finanzas de Casa Real. 

Lo que hubiera tardado un par de horas, si todos estuvieran en el Congreso, en sus despachos, tardó toda la mañana, y encima los muñidores de la petición tuvieron que escanear un documento con su firma y mandarlo por correo electrónico. Una persona recopiló los envíos y terminó de dar forma al documento. 

Toca acostumbrarse, pues quedan dos semanas de estado de alarma (de momento) y la política no puede quedar confinada, aunque sus artífices lo estén. 

Tampoco la relación con los medios de comunicación. Ya son unas cuantas las ruedas de prensa del presidente del Gobierno contestando a preguntas transcritas en una pantalla y leídas por el secretario de Estado de Comunicación. 

Ya son unas cuantas las de líderes políticos respondiendo, sin pantallas ni intermediarios, a los periodistas, estos en sus casas. A más de un colega también se le ha visto la colección de novelas en la estantería o el color de la pintura de la pared de su casa. 

La cercanía física es un recuerdo ahora y los besos como saludo a saber dónde quedarán... ¿Qué pasará con las videoconferencias entre políticos todo el rato, a todas horas? 

"Uno se apaña, pero yo quiero volver al Congreso", sentencia un parlamentario.

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