La loca montaña rusa en la que se ha convertido la política española: El Día de la marmota

Sea como fuere y con el reparto de escaños que a día de hoy persiste en el Congreso, la única suma factible para una investidura pasa por el PSOE y por Unidas Podemos, con o sin apoyo de los independentistas y con o sin la abstención de PP y Ciudadanos
La loca montaña rusa en la que se ha convertido la política española: El Día de la marmota
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La loca montaña rusa en la que se ha convertido la política española desde hace cinco años genera recuerdos confusos, lagunas mentales y la sensación de que lo que sucede estos días ya los hemos vivido. Una suerte de "déjà vu" que lleva camino de convertirse en un mal sueño.

Solo así se entiende que en este tiempo se hayan sucedido tres elecciones generales -una de ellas repetida-, otras tres investiduras fallidas -dos a cargo del socialista Pedro Sánchez- y hasta una moción de censura, esta vez sí, ganadora.

Con machacona persistencia, el día de la marmota ha vuelto a repetirse este jueves y la pregunta que se hacen ahora muchos ciudadanos es si la temible marmota de la repetición electoral volverá a salir de su madriguera este otoño.

Quedan dos meses para ponerse acuerdo y evitar un nuevo paso por las urnas aunque por lo visto y escuchado en el Congreso, no parece que vaya a estar fácil.

Sea como fuere y con el reparto de escaños que a día de hoy persiste en el Congreso, la única suma factible para una investidura pasa por el PSOE y por Unidas Podemos, con o sin apoyo de los independentistas y con o sin la abstención de PP y Ciudadanos.

Todo vuelve a pasar por PSOE y Podemos, dos partidos condenados a entenderse o a pelear indefinidamente, en una lucha ideológica por el espacio político de larga tradición en la izquierda española.

Salta a la vista que la relación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no pasa por su mejor momento.

Nunca fueron amigos, ni se apreció buena sintonía entre ellos, pero mucho menos ahora después de la avalancha de reproches que se han lanzado en la última semana, con dos debates en el Congreso a cara de perro y un "fin de fiesta", la noche del miércoles, con filtraciones de papeles, mensajes cruzados y acusaciones mutuas.

Litros y más litros de gasolina para quemar puentes y destruir complicidades.

Hay quien ha hablado siempre de una batalla de egos y personalismos, de una incompatibilidad de caracteres en la relación personal y política entre ambos líderes.

También hay quien mantiene que el fracaso de la investidura se debe a la falta de humildad de Iglesias, que aunque se hizo a un lado, luego no dio su brazo a torcer y mantuvo unas exigencias muy por encima de lo razonable.

Esos mismos avisan de que a Iglesias quizás le toque, ya en septiembre y con la cuenta atrás electoral pisándole los talones, apoyar a Sánchez a cambio de nada.

Otros, por el contrario, culpan del fracaso de la investidura a la falta de voluntad a un Sánchez, que jamás quiso un acuerdo con Podemos y siempre ha apostado -en privado- por una repetición electoral, convencido de que las urnas fortalecerán su posición y castigarán a Podemos.

Lo que también apuntan muchos observadores es que jugárselo todo a la carta de las urnas es jugar con fuego.

Parte importante del triunfo de Sánchez en las pasadas elecciones de mayo se interpretó por la movilización del votante de izquierda que acumuló fuerzas entorno al PSOE ante la amenaza de Vox.

Un fenómeno que no está claro que pueda replicarse si hay que repetir elecciones en noviembre.

A favor del PSOE juega, eso sí, una posible decepción de los votantes de Podemos que podrían poner sus ojos en las papeletas socialistas.

Por contra, en el otro extremo del arco parlamentario, Pablo Casado y el PP pasarán un verano de relativa tranquilidad después de un año muy duro. Creen que si Sánchez consigue formar Gobierno será un Ejecutivo débil y lastrado por los "populistas" e independentistas. Un Gobierno que durará poco.

Si no hay investidura, la cita con las urnas tampoco se presenta mal para los 'populares' porque será difícil no mejorar los que fueron los peores resultados electorales de su historia.

Confían en Génova que el bloqueo político hará regresar a muchos de sus antiguos votantes, no solo de Vox, sino también de Ciudadanos, deseosos de estabilidad parlamentaria y mayorías claras.

En Cs, en cambio, observan la escena con cierta preocupación, no solo por el peligro de una repetición electoral de resultados inciertos para los de Albert Rivera, sino también porque después del verano y conforme se acerque la fecha límite, el PSOE redoblará su presión para que permitan la investidura y se abstengan, como pidió el PP a los socialistas en 2016. Otra vez la marmota.

Este jueves y tras darse un paseo por el hemiciclo del Congreso y hacer fracasar una investidura que hace una semana parecía hecha, la marmota ha vuelto a su madriguera.

En septiembre, cuando el verano empiece a perder fuerza, la marmota volverá a asomar el hocico por su agujero y dudará entre dejar que continúe el estío o abrir la puerta a un otoño electoral de resultados impredecibles.

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