El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y la líder del partido en Andalucía y una de las referentes de Anticapitalistas, Teresa Rodríguez, han confirmado, una vez más, que los divorcios, aunque de cara a la galería sean más o menos amistosos, forman parte de la vida de los partidos.
El pasado miércoles formalizaron su ruptura, que venía gestándose desde hacía unos meses y que se ha hecho irreversible a partir de la entrada en el Gobierno de Unidas Podemos.
En un vídeo difundido en las redes sociales, visibilizaron con un abrazo la separación de sus proyectos, lo que no ha ocurrido en otros "divorcios" políticos.
Así, cuando otro de los fundadores de Podemos, Íñigo Errejón, dio un portazo a su formación, no hubo abrazos con Iglesias, sino acercamiento a otros afines para fundar un nuevo partido.
Creó, con otros artífices del proyecto, en febrero de 2019, Más Madrid, con el que concurrió en mayo a las elecciones municipales, que se convertiría en Más País en septiembre para disputar las generales del 10N al margen del partido de Iglesias.
Más agria aún fue la escisión de la corriente Nueva Izquierda, liderada por Cristina Almeida y Diego López Garrido, que fueron expulsados de Izquierda Unida y que acabó con algunos de sus miembros en el PSOE.
Pero las rupturas no son solo patrimonio del ala más a la izquierda del hemiciclo, sino que afectan por igual a todos los partidos del ámbito parlamentario.
La dirigente socialista Rosa Díez, quien durante doce años fue diputada en el Parlamento vasco y que llegó a ser consejera de Comercio del Ejecutivo de Vitoria, decidió en 2007 abandonar la formación tras optar sin éxito a la Secretaría General del PSOE, con la que se alzó finalmente José Luis Rodríguez Zapatero.
Tras su salida, Rosa Díez creó Unión Progreso y Democracia (UPyD) convirtiéndose en 2011 en el cuarto partido en número de votantes en las elecciones generales de ese año, aunque solo sacó cinco escaños por el efecto del sistema electoral.
La irrupción posterior de nuevas formaciones como Ciudadanos mermó sus apoyos, vio como muchos de sus dirigentes se pasaban al partido de Albert Rivera y veía como era desalojado del Congreso.
En las elecciones de abril de 2019 pidió el voto para Cs, y en la repetición del pasado se integró en las listas del partido naranja.
En el otro extremo ideológico, Santiago Abascal, quien durante cinco años ejerció de parlamentario del PP en Vitoria, fue procurador en Álava y, anteriormente y durante ocho años, concejal en Llodio, fundó Vox en 2013, descontento, según ha confesado, por los casos de corrupción de su partido.
De no tener representación en la Cámara Baja ha pasado a ser la tercera fuerza de ámbito nacional con 52 escaños.
El mundo nacionalista no ha sido ajeno a las rupturas sonadas, como cuando en 1986 el entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, del PNV, fundó Eusko Alkartasuna, pasando el gobierno de Ajuria Enea a su nuevo partido.
El motivo fue las distintas formas de entender, entre otros asuntos, la Ley de Territorios Históricos, las competencias de las diputaciones forales y el poder del Gobierno autonómico.
En 2017, y tras ir perdiendo progresivamente escaños, EA se integró en EH Bildu, cuando esta formación renunció a la violencia.
Desde que en 1989 Alianza Popular (AP) se convirtiera en el Partido Popular (PP), la formación fundada por Fraga en 1976 vivió en una apacible calma hasta la irrupción a su izquierda de Ciudadanos y a su derecha, de Vox.
AP era una de las fuerzas políticas que competía por prácticamente el mismo electorado que la Unión del Centro Democrático (UCD), siglas bajo las que se cobijaban desde la Transición formaciones desde la derecha al centro izquierda y donde "convivían" no siempre en paz.
Las diferencias ideológicas se intensificaron con los años a pesar de estar gobernando y su cabeza de cartel y presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, dimitió para fundar otro partido, el Centro Democrático y Social (CDS).
No fue una buena idea. Si UCD obtuvo 168 escaños en el Congreso en 1979, solo llegó a once en 1982, cuando el CDS consiguió dos, por lo que el PSOE, con su líder Felipe González, logró 202 escaños, una holgada mayoría que le llevó a la Moncloa, su residencia hasta 1996.
En los primeros años 80 y con la debacle de UCD, varios de sus dirigentes, como Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y? Marcelino Oreja acabaron en AP, convertido en el Partido Popular a partir de 1989 y donde acabó el CDS en 2006.
Otros miembros de UCD, directamente o a través del CDS, fundaron sus propios partidos de orientación regionalista o nacionalista, como Unión del Pueblo Navarro -escindido en 1979 de la mano de Jesús Aizpún-, Unió Mallorquina (1982) o Agrupaciones Independientes de Canarias (1985), germen de la actual Coalición Canaria (CC).