El año en el que se estrenó el Gobierno de coalición y gobernar fue cosa de dos

Aquel 7 de enero a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no les unió el amor sino la tozudez de las urnas, y a juzgar por lo acontecido desde entonces, su relación se basa más en los roces que en el cariño, pero aún así van avanzando
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, durante el acto de presentación en la Moncloa de las claves del anteproyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021
photo_camera El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, durante el acto de presentación de los PGE

El 2020 empezó, en política, con un borrón, una cuenta nueva y un abrazo, el que se dieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el hemiciclo del Congreso para estrenar la era del primer Gobierno de coalición, que ha tenido que hacer frente a la situación más excepcional de la democracia.

Con perspectiva, el abrazo de la investidura se ve un poco forzado. El líder de Podemos se acerca al recién investido presidente, que le rodea con sus brazos pero, al segundo, se separa. Entonces Iglesias le ofrece su mano, Sánchez la choca y va girando su cuerpo hacia la bancada socialista, donde le están esperando los suyos.

Iglesias, a punto de ser nombrado vicepresidente, regresa al lateral del hemiciclo en el que sus diputados festejan. Después de mucha urna y mucha batalla, ha cumplido su objetivo y llora.

Aquel 7 de enero a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no les unió el amor sino la tozudez de las urnas, y a juzgar por lo acontecido desde entonces, su relación se basa más en los roces que en el cariño, pero aún así van avanzando.

"Ha sido un primer año de rodaje, pero muy duro", debido a la pandemia, dicen en el lado socialista del Gobierno, el más reacio de primeras a gobernar en coalición. Pero el balance es positivo, pues era previsible que hubiera diferencias entre los socios y ha habido incluso menos de las que algunos podían prever.

UNA BREVÍSIMA LUNA DE MIEL

A la investidura de Sánchez le sucedieron semanas de armonía. Nombró el Gobierno con más ministros de la democracia, un total de 22 -17 socialistas y 5 de Unidas Podemos- que definió como "progresista" y "con espíritu de equipo".

Tras la foto de familia en el primer Consejo de Ministros, las dos alas del Ejecutivo comenzaron a conocerse, tratarse y "engrasar sus relaciones" incluso con un encuentro informal en una finca de Toledo.

Se aprobaron enseguida algunas medidas incluidas en el "acuerdo de investidura", el contrato para cuatro años del que se dotaron el PSOE y Unidas Podemos y que un año después sigue vigente aunque se tenga que "adaptar" a la nueva situación económica y social que deja la pandemia.

En aquellos primeros compases se aprobó la revalorización de las pensiones, subió el salario mínimo hasta los 950 euros, Pedro Sánchez visitó al president Quim Torra en Barcelona y la mesa de diálogo sobre Cataluña echó a andar en Moncloa.

Pero pronto las rencillas afloraron y, ya a finales de febrero, el Ejecutivo libró su primera batalla pública a cuenta de la ley de libertad sexual que impulsaba Irene Montero, y que el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, quería frenar por considerarla jurídicamente inconsistente.

La acusación de "machista frustrado" por parte de Iglesias a su compañero fue el pistoletazo de salida a las quejas públicas que se han vertido en el seno del gabinete.

UNA ALARMA BIEN TENSA

El punto álgido llegó poco después, el 14 de marzo, cuando, con la pandemia del coronavirus descontrolada y con toda España pendiente de la televisión, se reunió el Consejo de Ministros para aprobar el estado de alarma y salen a la luz con toda su crudeza las fuertes fricciones sobre las medidas económicas que hay que tomar.

En el lado socialista molesta el momento elegido para atizar una batalla dirigida a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, y perciben en Podemos -que tiene 35 diputados frente a los 120 del PSOE- un intento de anotarse méritos que son del conjunto del Ejecutivo.

Desde el 14 de marzo al 21 de junio España vivió en un estado de alarma bajo el que el Gobierno como "mando único" decretó uno de los confinamientos más estrictos de Europa y durante el cual emergieron disputas por los ERTE, la vivienda, la oportunidad de impulsar con rapidez el Ingreso Mínimo Vital o si podían pasear o no los niños.

La histórica cumbre europea en la que se aprobó el fondo de reconstrucción común para hacer frente a la pandemia del que a España le corresponden 140.000 millones dio al Gobierno este verano el oxígeno necesario para diseñar unas cuentas expansivas ante la durísima situación económica, y espantó, además, el miedo a los recortes.

LA PELEA POR LOS "SOCIOS"

Sánchez e Iglesias han desbloqueado conflictos en las reuniones periódicas que mantienen, habitualmente los lunes. Su relación es por lo general cordial. Aseguran en su entorno que ambos se escuchan, dialogan, discuten y se entienden, pero tampoco tanto como para irse de cañas.

En el marco de esas reuniones se han alcanzado acuerdos, entre ellos el que permitió rebajar el discurso altisonante de Podemos contra el intento de los socialistas de negociar las cuentas con Ciudadanos.

"El PSOE sabe que con Podemos no va a contar para unos presupuestos con Cs", había lanzado el partido de Iglesias, empeñado entonces en pactarlos con ERC y EH Bildu, como al final sucedió.

Los presupuestos los aprobaron hasta 11 partidos y 188 diputados, entre los que no se contaron los diez de la formación naranja.

Y con un Gobierno que suma solo 155 escaños de los 350 de los que se compone el Congreso, esa dicotomía entre mirar a la derecha o a los independentistas se perfila como una de las claves de la legislatura.

Porque la estrategia del ala socialista es la de la "geometría variable", es decir, la de no cerrar ninguna puerta y menos a Cs, en quien los de Sánchez siempre ven a un aliado potencial.

No olvidan los socialistas que fue Ciudadanos quien les socorrió por tres veces cuando necesitaron prorrogar el estado de alarma para hacer frente a la pandemia del coronavirus. Arrimadas dio el sí en la cuarta, la quinta y la sexta prórroga, algo que no hicieron ni el principal partido de la oposición, el PP, ni tampoco ERC.

APAGAR EL FUEGO

La estrategia de Podemos es trasladar a los medios de comunicación su descontento cada vez que hay un "sapo" que no se quiere tragar, mientras que el PSOE, se queja Podemos, "ignora" sus demandas hasta que ya no tiene más remedio que atender los gritos que ya ha oído el vecindario entero.

Sobra decir que Podemos sapos se ha comido algunos, y el primero bien temprano, cuando Sánchez nombró a la exministra Dolores Delgado -cuya dimisión había pedido Podemos- como fiscal general del Estado. También han recibido a cambio el apoyo cerrado de su socio en asuntos como la situación judicial del partido o la eventual imputación de Iglesias.

Los socialistas, por su parte, han tirado de paciencia, y más que necesitarán, pues son conscientes de que Podemos va a querer seguir marcando su terreno y hacerse hueco en los titulares. Y aunque lo entienden, esperan lealtad.

UN GOBIERNO "EN RODAJE"

Nadie sabe si, de no existir el coronavirus, se habrían abrazado Sánchez e Iglesias el día que el Congreso aprobó sus presupuestos, pero lo cierto es que en las últimas semanas no se ve entre ellos imagen alguna de complicidad.

Incluso se ha visto a la ministra Portavoz, María Jesús Montero, pedir al líder de Podemos que aflojara su presión. "No seas cabezón", se le escuchó decir en los pasillos del Congreso.

Pero Iglesias entiende que "claro que va a haber discusión, porque así es la política y así son los gobiernos de coalición", según explicó el mismo día de la aprobación de los presupuestos.

"El Quijote decía que la experiencia es la madre de la ciencia; también de la ciencia del Gobierno de coalición", decía Sánchez, unas palabras que explican así en su entorno: "Se dice que los experimentos, con gaseosa. Pero aquí no había más remedio que arremangarse y ponerse a la faena. Los números eran los números".

LOS NÚMEROS QUE SON

Lo cierto es que, pese a que los augurios de que el Ejecutivo de coalición sería inestable y frágil, el Gobierno de Sánchez ha venido demostrando apoyos suficientes en el Congreso, pues, con la única excepción del decreto de los remanentes municipales, todo lo demás lo ha sacado adelante.

Salvó el Gobierno hasta finales de junio sus prórrogas al estado de alarma, superó con éxito la moción de censura de Vox, ya tiene presupuestos, y ha sacado adelante la reforma del sistema educativo y la legalización de la eutanasia con un apoyo amplio, de 198 diputados de los 350 del Congreso.

Entre tanto, las relaciones entre el PSOE y el principal partido de la oposición, el PP, no atraviesan su mejor momento. El órgano de gobierno de los jueces sigue bloqueado y dolió al lado socialista del Gobierno la falta de apoyo en la pandemia de Pablo Casado.

Ya sabían que el PP, por cómo ha actuado siempre, iba a intentar "embarrar" la situación por el apoyo de Bildu a las cuentas, pero afirman tener la conciencia tranquila y electoralmente no les preocupa teniendo en cuenta que no hay elecciones en el horizonte cercano.

Con los presupuestos aprobados, toca impulsar muchos asuntos de la agenda pactada para el Gobierno de coalición. Quedan aún tres años para que una llamada a las urnas desestabilice una relación entre el PSOE y Podemos que es, pese a los ruidos, cordial.

Sánchez e Iglesias caminan juntos, no hay de momento otro compañero de viaje posible, aunque cada uno sepa que el calor en realidad lo dan sus filas. En ellas se refugian, como hicieron aquel 7 de enero cuando festejaron la victoria, cada uno en su lado del hemiciclo.

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