Opinión

¿Qué hacer con las pensiones?

Los presupuestos presentados el martes en el Congreso evidencian, al margen de los retoques cosméticos en las grandes partidas de Sanidad y Educación, que la gran partida del gasto corresponde a las pensiones.

No hay suficientes afiliados a la Seguridad Social, muchos de los cuales, además, tienen contratos basura con escasa aportación, para que sea sostenible la prestación de jubilación. Urge pues un nuevo pacto de Estado después de cuatro años de mayoría absoluta del PP sin abordar el problema, que garantice el cobro de la prestación a los que ahora sobreviven a duras penas con empleos precarios.

Porque lo cierto es que la crisis se ha llevado por delante la hucha que, en tiempos de bonanza, construyó el Gobierno de Zapatero. Ahora solo quedan quince mil millones que servirán para la paga extra de julio. La solución es pan para hoy y hambre para mañana: se aumenta la deuda en 10.192 millones. Con ello se pagarán las pensiones, evidentemente, pero se desequilibran las cuentas públicas con una deuda que casi supera el PIB.

Es verdad que se va a crear empleo y en eso confía el Ejecutivo de Rajoy para compensar la balanza de los gastos de la Seguridad Social. Lo que saben, pero no dicen, es que la Reforma Laboral ha consentido una variedad de contratos precarios con bajísimas aportaciones, a tiempo parcial, de corta duración, y con esas aportaciones ni se llena la hucha ni se sostiene el sistema.

Después de los dramáticos años de la crisis en los que muchas familias han sobrevivido gracias a las jubilaciones de los mayores, que han pagado hipotecas, comedores, matrículas de nietos, parece como si ahora se instalará en la sociedad la sensación de que las pensiones son demasiado onerosas y demasiado altas.

Conviene por tanto recordar que la pensión media en España está muy por debajo de la media europea y que los asalariados de este país han cotizado igual que sus colegas europeos con peores salarios. Por tanto, no es la cantidad que se percibe, en algunos casos de miseria, como el envejecimiento de la población, la mayor expectativa de vida y la falta de relevo generacional en puestos de trabajo estables.

Tampoco vale la fácil tentación de instar a los jóvenes a contratar por obligación un plan de pensiones privado. El caramelo de la de desgravacion en el IRPF de las aportaciones anuales se vuelve sangre sudor y lágrimas cuando, ya sin trabajo, se recupera lo aportado a lo largo de la vida laboral y Hacienda se lleva un tercio en impuestos.

Además, los años de la recesión han obligado a muchas familias con todos sus miembros en paro a rescatar los planes de pensiones, con lo que su situación frente a la jubilación vuelve a la casilla de salida.

La falta de mayorías parlamentarias es la situación idónea para llegar al gran acuerdo sobre el futuro de las pensiones, no hay tiempo que perder.

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