Opinión

Burricie nacionalista

Alguien que considere a Antonio Machado, quien murió en Colliure huyendo de la barbarie franquista, un “españolista” es un analfabeto intelectual. Pero si ese alguien es el ayuntamiento de Sabadell, que con semejante argumento quiere quitarle su nombre a una plaza de la localidad; si además el informe sobre la aplicación de la Ley de Memoria Histórica se ha encomendado a un erudito local, próximo a entidades soberanistas, al que se ha pagado seiscientos euros de dinero público, el tema pasa a mayores.

No por la cantidad sino porque el memorable informe, que se ha trasladado a las asociaciones vecinales para su beneplácito, dictamina que también deben ser retirados los nombres de Garcilaso de la Vega, Calderón de la Barca, Gongora o Francisco de Goya, productos, a su juicio, de un modelo cultural franquista que debe ser corregido.

Precisamente Sabadell es una de las localidades catalanas donde el mestizaje, producto de la masiva emigración de la posguerra, fue más notable. La industria textil necesitaba mano de obra y allí acudieron andaluces, extremeños, gallegos e incluso los ahora detestados castellanos. Entre todos hicieron desaparecer las cuevas, primeras viviendas de los recién llegados y levantaron una ciudad que hoy es la tercera de Cataluña en población y tamaño. Los hijos de esa emigración hablan catalán, se sienten de la tierra de acogida y algunos, incluso, apoyarán el “proces”. Lo que ya no vale para los nuevos inquisidores es el legado cultural común que nos conformó como sociedad y desprecian, por ignorancia, a los que iluminaron, en tiempos de obscuridad histórica como el franquismo o el despotismo de Fernando VII, una tierra que también es suya.

Se puede reescribir la historia pero será siempre mentira. Los nacionalismos desbocados son el origen del fascismo y como tales empiezan por los símbolos y acaban llevándose a la gente por delante. Se empieza quitando la placa a Antonio Machado y se puede acabar fomentando la denuncia del vecino que no es afecto a la causa del la independencia. La historia del siglo XX es un buen ejemplo de lo dicho.

Ahora que la CUP se ha hecho con el mando en la comunicación y la propaganda del “proces”, y muestran orgullosos unos carteles en los que barren de los “países catalanes” (con la anexión, por supuesto, de Valencia y Baleares) a españoles varios y algunos propios, vamos a vivir el paroxismo teatral de una ruptura de traca.

Si los catalanes fueran capaces de cortar las alas a quienes han confundido la administración pública con la reivindicación folklórica de su ideología; si exigieran que, como partícipes del Govern que son, se dedicaran sus energías a recuperar los derechos sociales que se llevó por delante la crisis, se acabaría tanta soflama. Solo unas nuevas elecciones puede devolver la cordura a una sociedad que no se merece esto.

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