Opinión

Todo empezó así...

Warhol en Toledo. Reencuentro.

Creo que a estas alturas nadie discute que el arte tiene una parte subjetiva importante que no impide, pero dificulta, prever el triunfo o el fracaso de un artista.

Como elementos fundamentales de ese componente relativo, el lugar y el tiempo. Solo así se explica que artistas que en su día se morían de hambre, en la actualidad gocen de prestigio mundial y sus obras se vendan por unas cifras que el común de los mortales casi ni atinaríamos a escribir. 

Tal sería el caso, por ejemplo, de Paul Gauguin. La pobreza lo acució durante largos períodos de su existencia (lo que unido a las numerosas enfermedades que padeció lo llevó a intentar suicidarse en 1897) y sin embargo uno de sus óleos, Nafea Faa Ipoipo, se convertía en febrero de 2015, tras ser adquirido por la familia real de Qatar por la friolera de 263 millones de euros, en la pintura más cara jamás vendida.

En el otro extremo estaría Andrew Warhola, más conocido como Andy Warhol, pintor, artista gráfico y cineasta, que alcanzó fama mundial por su papel en el nacimiento y desarrollo del Pop Art, un nuevo movimiento artístico del Siglo XX caracterizado por el empleo de imágenes de personajes famosos y objetos cotidianos, de usar y tirar, que por obra y gracia de nuevas técnicas de trabajo, como la serigrafía (método de impresión que permite reproducir una imagen sobre diferentes tipos de material sin que se pierda calidad con el número de repeticiones) o el Offset (procedimiento de impresión en el que la imagen entintada es traspasada a un rodillo de caucho que, a su vez, la imprime en el papel), se convirtieron en símbolos de la modernidad.

A poco que lo pensemos, resulta evidente que en el éxito de Andy tuvo mucho que ver lo de estar en el momento y lugar adecuados. Solo así se explicaría que Warhol se hiciera famoso ¡haciendo fotocopias! (con colorines y tal, si, pero fotocopias al fin y al cabo). Universo doméstico de día (latas de sopa, botes de Coca-Cola, plátanos zapatillas, animales, etc.), firmamento disco de noche (policromáticas estrellas del cine o la música), arte de la repetición a todas horas.

¿Qué veo, hoy, ahora, cuando miro un cuadro de Gauguin? Veo la búsqueda del Edén, ese paraíso que recrean sus cuadros en el que no tiene cabida la enfermedad ni la muerte. Magia, felicidad y esperanza.

¿Qué me transmiten, hoy, ahora, los dibujos y pinturas de Warhol? Simpleza, vacío, frivolidad y un afán imitativo tan feroz que lo convierte todo, y a todos, en anodinas piezas de la producción en serie.

Pero ojo, no se confundan. No cuestiono, no soy quien, ni el impacto ni la importancia que en el mundo artístico tuvo o dejó de tener el Arte Pop. Hablo, sencillamente, del impacto emocional, más bien su ausencia, que dicho arte provoca en mí.

Para contrastar opiniones y, si se tercia, llevarme la contraria, les animo a que vean “Todo empezó así...” Warhol en Toledo. Reencuentro (12 enero-25 febrero 2017). Aunque no les gustase la exposición, tanto la ciudad (Toledo celebra este año su XXX aniversario como Ciudad Patrimonio de la Humanidad) como el Centro Cultural San Clemente (ubicado en la Plaza de Padilla, en pleno casco histórico) harán de su visita un auténtico placer visual y estético.

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