Opinión

'Remember Queen' en Toledo

Si consideras, como es mi caso, que Queen es uno de los mejores grupos de la historia de la música, sino el mejor, está claro que el nivel de exigencia con el que te acercas a cualquier homenaje a la citada banda es muy alto.

Así que adquieres tu entrada con antelación suficiente (suponiendo que te aclares con el caótico sistema de compra a plazos, según el tipo de espectáculo, que para esta temporada se ha sacado de la manga el Ayuntamiento y que tiene bastante mosqueados a los consumidores habituales de teatro y danza) y en una inusual, por lo calurosa, noche de otoño, te dispones a disfrutar de esas canciones que forman parte de tu vida.

El título, un llamativo anuncio luminoso, evidencia la discordancia entre el tipo de show que anuncia y el clasicismo del escenario sobre el que se aposenta. Los primeros acordes de la guitarra eléctrica dejan patente lo inadecuado del escenario elegido cuando de mostrar la fuerza desbordante de un espectáculo de rock se trata.

La entrega e implicación del público es muy difícil, casi imposible, si ante los acrobáticos botes del cantante y sus reiteradas llamadas a corear los himnos de Queen, no solo debes permanecer sentado en tu butaca, sino controlar cualquier exceso gestual (tipo levantar las manos) porque impides la visibilidad del que está detrás algo que, según anuncia su cara de pocos amigos, no le mola nada, nada.

Pero the “Show must go on”, por tanto sigamos.

Paneles luminosos, despliegue técnico sin precedentes y un sonido espectacular. En escena White Queen la formación musical que lidera el italiano Piero Venery, quien hace gala de un parecido a Freddie Mercury más que real trabajado.

Dos horas de música con todos los éxitos del grupo, video proyecciones y un artista que con cada cambio de vestuario, cada coreografía, cada gesto (perfectamente estudiados y reproducidos), busca hacernos creer en la copia y olvidar el original.

Si de la estética, el movimiento y la energía desplegada sobre las tablas, y fuera de ellas (resultaba curioso ver como parte del público se encogía cada vez que Piero/Freddie saltaba al patio de butacas buscando el contacto y la provocación), dependiera, lo conseguiría, vaya si lo conseguiría, y con nota.

Pero existe un escollo insalvable: la voz. Excelente músico, compositor y vocalista (con aptitudes más que demostradas para el bel canto), sobra decir que Freddie Mercury tenía una voz única.

En las canciones más atronadoras de Queen (We Will Rock You, Another one bites the dust o A kind of magic), tanto los decibelios de la música como las palmas y el taconeo del público, servían de trampantojo para esconder la falta de voz. Pero en la interpretación de Friends Will be Friends, We are the champions y, sobre todo, Bohemian rhapsody, la incapacidad de Piero para cubrir el espectro vocal de Freddie se dejaba sentir en toda su crudeza.

Pese a todo, fue tan encomiable el trabajo de músicos y cantante, tal su entrega, que lograron que todos los asistentes (aunque nuestro English era bad, very bad, tan bad que nos impedía corear las letras) pasáramos una entretenida velada.

Hubiera sido genial que el Rojas activara la centenaria maquinaria que eleva el patio de butacas al nivel del escenario, porque ese mecanismo (único en España) que cambia la relación entre el espectador y los actores al colocarlos al mismo nivel, no solo hubiera reducido al mínimo la proximidad física entre banda y público, sino que hubiera reducido la distancia emocional.

¡Dios salve a la REINA!

REMEMBER QUEEN

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