Opinión

La La Land

Mía (aspirante a actriz que sobrevive como camarera mientras le llega su oportunidad) conoce a Sebastian (pianista de jazz que sobrevive tocando en garitos de todo tipo una música que detesta) en Los Angeles, la ciudad de las estrellas. Desde ese mágico momento en el que se reconocen en medio de la multitud, se enamoran e inician un camino juntos poblado de ilusión, alegría y decepciones.

Si durante mi infancia no me hubiera pasado tantas tardes de domingo tocada con un Sombrero de copa y En alas de la danza, mientras soñaba con ser bailarina, tal vez no habría apreciado la rigidez con la que Emma Stone y Ryan Gosling intentan emular a Fred Astaire y Gingers Rogers. La preparación de Stone y Gosling está ahí, es evidente: ambos han aprendido los pasos y ensayado las coreografías. Pero aunque Emma resulta más delicada que Ginger y Ryan casi tan elegante como Fred (y con mejor culo, todo hay que decirlo), los movimientos de ambos carecen de flow o ritmo, como prefieran, y sus acrobacias de la gracia, agilidad, fluidez y precisión, que caracterizaba a la mítica pareja de bailarines. Si tengo que elegir, aunque tampoco son como para ganar un Grammy, me quedo con sus voces.

Esa es la parte mala. Pero la película es más, mucho más.

No considero los números musicales, tan alabados por la crítica (sobre todo el inicial que me resultó especialmente mareante por la imposibilidad de leer los subtítulos), lo mejor de La la land. Para mi la magia está en los dos actores principales que, sin necesidad de palabras, consiguen envolver al público en ese hechizo que es seña de identidad de la película.

De hecho, la fuerza de las dos mejores escenas (ambas transcurren mientras Mía escucha a Sebastian interpretar al piano la música que ama), su primer encuentro, el inicio de su historia de amor, y  el último, la despedida, mezcla de tristeza y alegría por lo que pudo ser y no fue, residen en la mirada de Emma Stone (es increíble su capacidad para emocionar cuando sus enormes y tristes ojos, que parecen pintados por Margaret Keane, se cubren de lagrimas contenidas que brotan pero no resbalan por su rostro aniñado) y en la magnifica interpretación de Ryan Gosling de un virtuoso al piano capaz de trasmitir cualquier tipo de sentimiento con el lenguaje de la música.

Puesto que exalta la libertad creativa, la fantasía y los sentimientos, si hubiera que clasificar La la land dentro de una corriente cultural o estética, solo podría ser el romanticismo.

Damien Chazelle, el director, realiza un excelente trabajo. La la land me ha gustado, sí, pero no tanto como Whiplash, mi segunda candidata para ganar el Oscar a la mejor película en 2015 si no se lo hubiera llevado, muy merecidamente, Birdman de Alejandro González Iñárritu, por la que Emma Stone consiguió una nominación como mejor actriz de reparto.

La la land, es tierna, cálida, optimista y amarga en su justa medida.

Un canto a la vida y a los sueños que te hace salir del cine con una amplia sonrisa, algo que, con los niveles de muerte y violencia que habitualmente dominan la cartelera, siempre es de agradecer.

CARTEL PELICULA

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