Opinión

Halloween en el Congreso

La segunda votación para la investidura de Rajoy adelantaba ayer, día 29 de octubre, la celebración de Halloween en el Congreso.

El maestro del embozo y la doblez, el hombre de la máscara de hierro bajo la que se oculta el mayor destructor de derechos sociales que España ha soportado en la historia de la democracia, apareció en el hemiciclo intentando ocultar su verdadero rostro con la aterciopelada careta del dialogo, la necesaria negociación y la tolerancia, para plantear a Sus Señorías: ¿trick or treat? (truco o trato, truco o dulce, travesura o dulce).

Trato eligieron sus socios electorales de UPN (2) y Foro Asturias (1), la Diputada de Coalición Canaria, los 32 de Ciudadanos y los 68 Diputados del PSOE, que con sus morosos y esperpénticos abstenvotos (excepto 15 que decidieron pasarse por el forro la disciplina de partido y mantenerse enrocados en el famoso “NO es NO) lo coronaron Presidente, factura que tardarán muuucho en pagar (¡dulces con sabor a manzana envenenada para ellos!).

Truco eligieron, además de los 15 de Winchester (¡caramelos con sabor a uvas de la ira para ellos cortesía de su partido!),  los 9 de ERC, los 5 del PNV, los 8 de la antigua Convergència, los 4 de Compromís, los 2 de EH Bildu, el de Nueva Canarias y los 67 diputados de Unidos Podemos.

Pablo Iglesias (perejil en la salsa, novia en la boda y muerto en el funeral) intentó devolver la travesura a Rajoy alentando con sus habituales proclamas a “Rodear el Congreso” (menos mal que se trata de un simple edificio porque si hubiera que rodearlo a él y a su ego los 46 millones de españoles no seríamos suficientes), pero le salió mal la jugada ya que el número de manifestantes que arrojó a la puerta de Mariano (“¡Cuán gritan esos malditos! ¡Pero mal rayo me parta si, en concluyendo esta farsa, no pagan caros sus gritos!”, Don Mariano Tenorio dixit), unas 3.000 personas según fuentes policiales, estuvieron muy lejos de cumplir las expectativas previstas. Por cierto, el aspirante a liderar la protesta social no se pasó a saludar como había anunciado.

Y así, con un total de 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstenciones, Rajoy consiguió la mayoría simple, no se merecía otra, que lo volvía a convertir en presidente, gracias a que el principal grupo de la oposición y los dos cuya irrupción en el panorama político nacional acabó con el bipartidismo imperante hasta el momento, fueron incapaces de aparcar sus ambiciones personales, ocultas bajo el disfraz de las diferencias programáticas irreconciliables, para facilitar un auténtico gobierno del cambio que desterrará del sillón presidencial al partido de la corrupción y los recortes.

Ya nuevo presidente, “que nadie se llame a engaño”, fuera la careta para advertir que su voluntad de diálogo, entendimiento y pacto, tendrá, como era de esperar, unos límites que no está dispuesto a traspasar en esta XII legislatura española, que inicia su camino lastrada por una profunda crisis de representación política y una brecha, que se ahonda por momentos, entre ineficaces partidos políticos, desaparecidos en disputas internas, y desencantados votantes que cada vez sienten más desafección por estos políticos para los cuales el interés general ocupa el último puesto en su orden de prioridades.

¿Advenimiento de un tiempo de acuerdos?

Lo dudo.

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