Opinión

La gloria del psicópata

Podemos darle todas las vueltas que queramos, pero lo cierto es que el mundo está lleno de psicópatas y que hay quien los recluta, o se reclutan ellos solos, con el cebo de la realización personal. La realización personal del psicópata, esto es, carta blanca para sembrar el dolor y la muerte, para encontrarse y reconocerse a sí mismos en el mal que hacen, el único espacio donde los psicópatas sádicos, pueden encontrarse y reconocerse.

Por las pesquisas que se van haciendo en relación a los crímenes cometidos en Barcelona por esa célula de psicópatas, se va descubriendo que sus componentes no eran otra cosa que criaturas perdidas, ayunas de espiritualidad y de cualquier vestigio de sentimiento religioso. Como la mayoría de los que antes sembraron el terror en Bruselas, París, Berlín, Londres, Madrid o Manchester, y de los que siguen sembrándolo en Siria, Pakistán, Irak o Afganistán, asesinando sin piedad a musulmanes, no eran sino hampones en ciernes, carne de merodeo y de presidio, tipos deconstruidos sin oficio ni beneficio. Hasta que alguien les dijo que servían para algo, algo enteramente al alcance de sus severas carencias y de sus posibilidades: para matar, para matar cuanto pudieran. Tal es el paraíso, la gloria, la máxima realización, desde que el mundo es mundo, de los psicópatas.

Podemos darle todas las vueltas que queramos al sindiós de unos jóvenes reventando a niños, ancianos, turistas, transeúntes, y unas vueltas, las del análisis racional, de las causas, estarán bien dadas, y otras, las inspiradas por el racismo, la visceralidad, la ignorancia o la xenofobia, pésimamente dadas, como anexos del mareo y la náusea que producen las masacres, pero lo cierto no es solo que el mundo está lleno de psicópatas, sino que, de una parte, abundan los empleos para ellos y las empresas diabólicas que se los ofrecen y, de otra, que muchas criaturas que pasan por normales, derivan, llegado a sus vidas un momento de brutal vacío, en psicópatas.

El mundo, pues, no es solo un territorio siniestramente esmaltado, aquí y allá, de psicópatas, sino una formidable fábrica de ellos, una fábrica con una producción incesante. La locura es su combustible, y esa no falta.

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