Opinión

Susanismo

Uno cree ver en el "susanismo" una evolución natural del felipismo, y sobre todo de ese felipismo que a partir de sus últimos estertores (corrupción generalizada, guerra sucia por razones de Estado, asunción de los principios económicos de la extrema derecha), decide situarse más allá del bien y del mal, considerar a Maquiavelo un gran estadista, y hacerse eterno e imprescindible para la patria, porque si y sin importar demasiado a qué precio.

En ese sentido, el susanismo es una opción que nace envejecida prematuramente, sin novedad ni regeneración que ofrecer, y que nace ya desvitalizada como vástago último del populismo felipista, y arrastrando sus peores vicios.

Felipe González siempre se ha considerado insustituible, y eso ha resultado ser tóxico y letal para su partido, y también para la izquierda en su conjunto. Y explica también que hoy se manifieste, una vez más, en el escenario político, cual deus ex machina a través de Susana Díaz, como en otros tiempos  lo hizo a través de diversos representantes oficiales y oficiosos del socialismo español, notablemente endebles, escasamente representativos, o simples sosias de su gran talla de estadista.
Esa talla que es casi un artículo de fe.

Como es casi un artículo de fe también la "gran coalición" con el PP que él prédica Urbi et Orbi, y que en definitiva se ha practicado todos estos años en forma de cómodo turnismo, cuyo resultado es el que ahora vemos: hundimiento por saqueo del estado social, corrupción del estado de derecho, e incremento de la desigualdad hasta extremos obscenos. En definitiva un triunfo en toda regla y en todos los ámbitos, del ideario de la derecha, que nunca soñó que sería tan fácil imponerlo.

Que esa gran talla se haya considerado indiscutible y casi tema tabú, como tantas otras cosas en el PSOE, puede explicarnos la actual situación de este partido -en franca decadencia por falta de aire- y por extensión de todo el país, ante la cómoda preponderancia de la derecha, a favor de la cual ha trajinado incansable el felipismo militante. De ahí que la derecha adore a González tanto como adora ahora a Susana Díaz.

En muchos momentos de nuestra historia reciente, el socialismo felipista rebasó al PP adelantándole por la derecha, en una suerte de sorpasso contra natura, sirviéndole en bandeja el trabajo hecho y el programa cumplido. A nadie más se le hubiera consentido tal cosa, pero a este líder carismático y populista, que se codea con los hombres más ricos del planeta, algunos de ellos prohombres de ese México ejemplo máximo de democracia, sí.

Las bases legislativas para la privatización de la sanidad; el trasvase del patrimonio público a precio de saldo a manos de los piratas de una "nueva economía" más vieja que el mundo; el precariado laboral como nueva forma de modernidad vestida con neolenguajes; la interacción fácil, y en muchos casos corrupta o a través de puertas giratorias, con los grandes poderes económicos. Todo eso lleva el sello del felipismo endogámico y autocomplaciente.

Hay ídolos que aunque sean de barro, ejercen un magnetismo fatal, opresivo, asfixiante. Sólo así pueden explicarse acontecimientos tan anómalos como los que el PSOE está protagonizando y padeciendo en los últimos tiempos.

El estilo "felipista" hoy se traduce en el estilo "susanista", de manera que ni sorprende el golpe de fuerza en el PSOE, tramado por un grupo de iluminados, ni sorprende las trabas y los frenos a la democracia interna, ni siquiera sorprende el talante de las formas.
Así hemos llegado a ver como una representante susanista, a la que nadie conocíamos, ha podido presentarse en la sede de Ferraz, para declarar con total desparpajo, pero sobre todo autoritariamente, que ella es el Poder (sin consultar si los demás estaban de acuerdo).

Como hemos podido escuchar a los conjurados susanistas, decir a modo de justificación y excusa de su acción golpista, que han favorecido -de malas maneras y peores modos- el gobierno de Rajoy, para que el PP no gobierne (curiosa paradoja).

Como hemos podido escuchar recientemente y de su misma voz al diputado susanista Heredia, decir que así como el PP (el de Bárcenas y Correa, pero también el de la guerra de Irak) es un “adversario” (y sin embargo socio), Podemos en cambio es un “enemigo” y de la peor especie.

El matiz de esos términos es claro como espesa y torcida es la intención. De ahí el enredo de mentiras del que el diputado Heredia se ha valido para lavar el cerebro a sus jóvenes escuchantes socialistas, y del que ahora no sabe salir.

Y todavía no ha dimitido.

Probablemente porque la gestora, también susanista, no le ha invitado a ello.

Que así es como se "cose" con puntadas (o puñaladas) de trazo grueso, y se aboga de manera pelin extraña, primero por la unidad dentro del PSOE, y después por la unidad de la izquierda.

No hay nada como llamar "Pablo Manuel" a Pablo Iglesias, para saber dónde está el verdadero socialismo.  Todo un logro estratégico e ideológico del que sin duda se beneficiará toda la ciudadanía.

En definitiva, sólo una situación verdaderamente anómala de ese partido, enquistada y consolidada con el paso del tiempo en los peores vicios de la partidocracia, y un culto bastante irracional a un político señero y populista, puede explicarnos que la lógica y deseable renovación intentada por los militantes de a pie, esos que viven la crisis del país y del socialismo en directo y en primera persona, haya provocado tal terremoto, tanta insensatez, y tanta furia.

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