Opinión

Italia - España

“No he cambiado nada de Las parroquias, entre otras cosas porque no tenía ninguna razón, ni subjetiva ni objetiva para hacerlo. Lo cual, subjetivamente, puede ser una presunción, pero objetivamente, dada la inalterada realidad del pueblo, es una tragedia” (Leonardo Sciascia, prólogo de 1967 a Las parroquias de Regalpetra)

No se depriman ni se hundan en la decepción si ayer Italia nos dio un repaso (cosas del fútbol), y piensen que en la jornada anterior, el 26J, en el campeonato de países compatibles con la mafia, nos llevamos el partido de calle, y desbancamos a Italia del primer puesto (cosas de la política).

O sea, cosas de la naturaleza de las cosas. Es decir, de Rerum natura.

Hay que encajarlo con espíritu científico, y analizar con curiosidad insaciable la "normalidad" sui géneris de estos lares, que abre insospechadas posibilidades de expansión a la “Famiglia”.

O si no hay ciencia que entienda lo que nos pasa, hay que encajarlo, al menos, con espíritu deportivo. Nobleza obliga.

Recuerdo los tiempos no tan lejanos en los que a la política italiana, tan llena de capos, mafias, y Berlusconis, la mirábamos por encima del hombro, y con una media sonrisa a lo Mona Lisa pensábamos sin verbalizar ¡Pobres!

(Aún no se había destapado aquí el frasco de nuestra España constitucional).

¡Qué risa y pena nos daban!

Con un Don Giulio (Andreotti) repartiendo besos a diestro y siniestro (sobre todo a siniestro, desde el punto de vista de la víctima), y ayudando a tejer la tela de araña de la "Cosa nostra". Nostra y de nadie más, pensaban, hasta que llegamos nosotros a disputarles el partido.

Y de fondo la modorra, la camorra, y el viento caliente del sur.

Nunca me ha quedado claro si fuimos nosotros, en nuestra época de expansión italiana, los que le pegamos la mafia napolitana a aquella antigua nación, o fue la post modernidad de Berlusconi la que inspiró a nuestros jefes supremos, Cebrián, Aznar, y González.

Habría que preguntárselo a Leonardo Sciascia.

Aunque quizás no fue ni una cosa ni la otra, sino un viaje de ida y vuelta en forma de bucle melancólico.

¿Melancólico?

¡Qué va!

Pero si a esta fiesta no se le ve el fin.

Dice hoy un tertuliano de la cosa, que España ha votado "moderación". Permitan, también con espíritu deportivo y moderado, una opinión distinta: somos muchos (aún no suficientes) los que pensamos que España ha votado, premiado, y refrendado corrupción.

Visto desde fuera, yo creo que ya ni nos miran.

Todo está más claro. España ya no es un enigma político, como no lo era la Italia de Berlusconi y Don Giulio, y ahora el enigma y las preguntas hay que trasladarlas al ámbito de la educación:

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

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