Opinión

Economía española: no ganamos para sustos

El principal riesgo que se cierne sobre la economía española en los próximos meses se deriva de la ralentización que están...

El principal riesgo que se cierne sobre la economía española en los próximos meses se deriva de la ralentización que están sufriendo en su crecimiento los países centrales de la UE y que puede comprometer el incipiente crecimiento que experimenta la económica española en los últimos meses. Las grandes locomotoras europeas (Alemania, Francia e Italia) están sufriendo tasas raquíticas de crecimiento cuando no negativas con el Impacto que ello puede tener sobre el Producto Nacional Bruto español. Adicionalmente, el BdE alerta sobre la desaceleración del consumo, la inversión industrial y el empleo en el tercer trimestre de 2014 y todo ello en un escenario de cierta preocupación en el comportamiento de los precios en la UE que agita ante los gestores de la política económica el espectro de la deflación.

El nivel de precios se sitúa en niveles preocupantes en algunos países de la UE. En septiembre, para el conjunto de la UE, la inflación en tasa interanual se situó en el 0,3%. En España, durante los meses de julio, agosto  y septiembre se ha colocado en niveles negativos, también en tasa interanual (0,3, 0,5 y 0,2%). Este comportamiento de la inflación amenaza con desencadenar un fenómeno deflacionario que puede comprometer la creación de empleo en nuestro país.

En general, los gestores de las empresas españolas son razonablemente optimistas sobre la marcha de la economía española con fundamentos racionales. No sin cierta cautela en la evolución futura que viene condicionada por cuestiones externas como son el contencioso con Rusia y el comportamiento político-económico de periféricos como Grecia, los analistas destacan que se han hecho los deberes en los últimos años y que esto se tiene que notar al contar en España con bases más sólidas. El lento y duro cambio del modelo productivo español constituye un reto a largo plazo que se va a ver influenciado por los comportamientos de la economía mundial en general y europea en particular. Pero existe un cierto consenso de que nuestra sociedad está mejor preparada para apuntalar un crecimiento estable y sostenido después de dejar atrás un largo período de desajustes estructurales graves que nos condujeron a déficits de balanza comercial de en torno al 10% y déficits públicos anuales del 11%.

España ha demostrado su capacidad y flexibilidad para ajustarse a entornos económicos críticos y cambiantes, orientando su producción, en momentos en que la demanda interna no tenía pulso, hacia las exportaciones de bienes y servicios, suponiendo ya el 34% de nuestro PIB. Sin embargo, la ralentización del comercio mundial, así como el estancamiento de países centrales de la UE con gran peso gravitacional sobre el conjunto de la economía europea, como es el caso de Francia, nuestro mayor socio comercial, obliga a adoptar medidas compensatorias en otras partidas de la demanda agregada.  Ha llegado el momento de proteger y apuntalar la demanda interna, pero no a través de medidas artificiales de impulso fiscal vía gasto, sino a través de reformas estructurales del lado de la oferta que permitan reducir el lastre que soporta la actividad de la sociedad civil: reducción de impuesto, desregulación en sectores estratégicos, mejoras en la financiación empresarial e institucional, unidad de mercado, reducciones en los trámites administrativos para apertura de nuevos negocios y actividades, incentivos fiscales a la participación social, etc., son algunas medidas que irían en la buena dirección y sobre las que hay que seguir trabajando. En este sentido, el gobierno presentó en verano una amplia batería de medidas con el fin de potenciar el sector industrial que ha sufrido especialmente la crisis y que se constituye como factor fundamental para la creación de un tejido económico generador de empleo estable y de calidad.

Por lo que se refiere al mercado laboral, uno de los graves desequilibrios pendientes de solucionar es la fuga de materia gris hacia el extranjero dada las malas expectativas laborales para los jóvenes más formados y potencialmente más productivos. El BdeE alerta sobre la persistencia de flujos importantes de emigración que podrían llegar a tener un efecto significativo sobre el crecimiento potencial de nuestra sociedad, lo que confirma la necesidad de apoyar a aquellas instituciones comprometidas con la investigación, el desarrollo y la innovación empresarial comocon el fin de reducir la tasa de paro, sin olvidar la mejora del marco de relaciones laborales.

En cualquier caso, nuestros gestores han descontado que el crecimiento en la zona euro, aunque  parece moderarse, no apunta a una recesión. Esta percepción se ve apuntalada por los indicadores adelantados de producción manufacturera en Europa que siguen manteniendo  cierta expansión. Por ello,  de los informes del BdE y de la información de los gabinetes de estudios se extrae la conclusión de que España, sin prisa pero sin pausa, sigue una senda de crecimiento que, aunque frágil y muy por debajo de su potencial de crecimiento , debe permitir avanzar en un modelo productivo centrado en la generación de valor añadido con ganancias de competitividad y con un perfil exportador definido ya que no se puede esperar milagros de las medidas de Política Monetaria que está desarrollando el BCE.

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