Opinión

Los tenores socialistas y los 'gallos'

¿Quién queremos los periodistas que gane la batalla del PSOE? No falte quienes aseguren que "hay muchos informadores en Madrid que le tienen manía a Pedro Sánchez, algo que ocurre menos fuera de la capital". No lo sé, la verdad. Personalmente, habiendo creído a Sánchez en un principio como posible fuerza del cambio, me he ido decepcionando con la trayectoria del exsecretario general. Sin sentir, al tiempo, un entusiasmo indescriptible por los otros dos candidatos a hacerse con el poder en el aún principal partido de la oposición en unos momentos verdaderamente apasionantes de la vida política nacional, europea y mundial.

Por eso, porque vivimos momentos apasionantes, me interesa tanto lo que pueda ocurrir en el debate entre Susana Díaz, Sánchez y Patxi López este mediodía del lunes. No he encontrado todavía auténticas soluciones en los programas de cada uno de ellos -la lideresa andaluza anunció que presentará su programa... esta semana, tras el debate-; ni siquiera han podido pronunciarse ante acontecimientos como esa guerra cibernética que ha sido resuelta por un joven anónimo de 22 años, ridiculizando a tanto servicio de inteligencia y a tanto hacker contratado por empresas multinacionales. A los socialistas les han pillado a contrapié la elección de Trump, el Brexit y la posición cambiante del correligionario Corbyn al respecto, la victoria de Macron y el anuncio de la moción de censura de Podemos. Lo único que se le ha ocurrido ante tanta convulsión al tornadizo portavoz parlamentario socialista ha sido pedir que saquen -que sí, hombre, que lo saquen, pero ¿es lo urgente ahora?- a Franco del Valle de los Caídos. En otros tiempos, precisamente en los del dictador, era Gibraltar el espantajo que se sacaba a relucir para distraer la opinión de la ciudadanía sobre otras cuestiones.

Yo diría que tenemos varias fechas por delante que, como se ha sugerido, son susceptibles de cambiar el panorama político español. Este lunes, los candidatos del PSOE se lanzan a ese debate entre ellos, que no es tan interno como lo será la votación del próximo domingo, y que puede condicionar la política más o menos reformista del Gobierno de España en los próximos meses, quizá años. El sábado, víspera de que los militantes socialistas acudan a las urnas, Podemos tiene convocada una manifestación en Madrid teóricamente dedicada a apoyar la imposible moción de censura contra Rajoy decretada por Pablo Iglesias, pero con un ojo puesto en la en cambio sí posible victoria de Sánchez: este es el preferido de los votantes de Podemos, en busca de una alianza, como Susana Díaz es la preferida de los votantes del PP, cosa que los de Sánchez esgrimen bajo cuerda, presentando a la andaluza como una emanación 'del sistema'. Pero ¿quién será el preferido/a de los votantes del PSOE? Eso es ahora, claro, lo que importa e interesa.

Y el lunes, el molt honorable Puigdemont lanzará el misil del referéndum secesionista catalán, y lo hará precisamente desde el propio Ayuntamiento madrileño, que le ha alquilado la sala, seguramente pagada con fondos de la Generalitat, aunque esto sea, a estas alturas, quizá lo menos importante. El caso es que las soluciones a buscar para impedir el 'procés' independentista catalán también han sumido a los socialistas en una apariencia de marasmo: se ha pasado del 'Cataluña es una nación de naciones' al 'federalismo imperfecto'. Pura palabrería que esconde carencia de remedios.

Todavía, y escribo cuando faltan horas para el debate entre los tres, habría tiempo de aportar ideas conjuntas para los grandes problemas que tiene la nación. Para pensar en qué le ocurre a la socialdemocracia europea, tan postrada como la propia socialdemocracia española; ahí tenemos a Merkel, enfrentada con ventaja a la socialdemocracia alemana en sus propias elecciones de otoño, consagrando la locomotora de la UE en su inminente encuentro con Macron, que abandonó hace tiempo las filas del socialismo francés. O, sin ir más lejos, ahí tenemos a Rajoy, a quien Sánchez prometió enviar a la oposición, encontrándose con los dirigentes de China, la tierra prometida, para abrir espacios comerciales allí para las empresas españolas. Ellos, Merkel, Macron, Rajoy, gobiernan, mejor o peor, según los diferentes criterios, mientras la izquierda se revuelve en una pugna hecha de encuestas, de 'y tú más' (o de 'y tú menos de izquierdas que yo') y de a ver quién tira la piedra más lejos. Están nuestros tres tenores socialistas aún a tiempo, digo, de evitar soltar gallos en sus discursos que les dejarían peor parados ante sus perplejos votantes que al pobre representante español en Eurovisión. El país necesita un Partido Socialista que avive los ánimos poco reformistas de Rajoy, que embride los entusiasmos a veces pueriles de Pablo Iglesias (Turrión), que aliente al pacto regeneracionista con Ciudadanos y con los nacionalismos moderados, que tenga ideas y no ocurrencias, que hable a los españoles en voz pausada y no meramente con gritos y eslóganes pidiendo 'unidad' y 'un partido fuerte'. En suma, España precisa un partido que sea una alternativa ilusionante a lo que tenemos, y no un gallinero -valga la redundancia con los gallos-. Pero eso exige un mínimo de acuerdo entre esos tres tenores que debatirán a lo largo de toda una semana en la que cada uno de ellos se juega su futuro. Y quizá el nuestro. Y usted ¿a cuál de los tres prefiere?

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