Opinión

Moción sin emoción

A falta de cosa mejor, el entretenimiento político, una vez que los Presupuestos parecen asegurados gracias al disputado voto del diputado Quevedo, se centra ahora en la próxima -martes y trece- moción de censura de Podemos contra Mariano Rajoy. Con Pablo Iglesias de candidato a la Presidencia del Gobierno del Reino de España, que es algo que parece que ni el molt honorable president de la Generalitat catalana, Carles Puigdemont, ve posible ni conveniente; así que el grupo catalán en el Congreso votará en contra de las pretensiones de Iglesias o se abstendrá, y lo mismo harán el PNV y los socialistas, si es que estos últimos consiguen poner de acuerdo a los integrantes de su grupo, que hoy por hoy es un gallinero.

Así que la moción, a la que parece que ni siquiera será Rajoy quien responda en nombre del PP, va a quedar en una frustración algo penosa, con el secretario general de Podemos y candidato a pisar la moqueta de Moncloa auxiliado apenas -quizá- con los votos no tan disputados de los señores Rufián, Tardá y los integrantes de Bildu. Para ese viaje no hacían falta alforjas ni manifestaciones en la Puerta del Sol, la verdad. Otro descalabro político para el 'ocurrente' líder morado.

Me preocupa poco, obviamente, que el señor Iglesias no logre salir investido presidente del Gobierno de nuestro país, desplazando al Ejecutivo que encabeza Rajoy. Lo que sí me preocupa son las voces que escucho en círculos podemitas afirmando que la moción, que no se ganará en el Parlamento, sí se ha ganado ya 'en la calle'. Como si las seis mil -bien, pongamos diez mil, si usted quiere, aunque la policía municipal no concedía tanta aglomeración- personas que acompañaron a Iglesias en su mitin del pasado sábado fuesen las llamadas a decidir el futuro de la nación, más que sus legítimos representantes. Temo que el señor Iglesias tiene poco actualizadas sus lecturas gramscianas, y piensa que el poder Legislativo se puede trasladar a la calle, y que los parlamentarios pueden ser reemplazados por manifestantes. Entonces, utiliza el Parlamento como una prolongación del mitin, y de ahí una moción de censura que será circense y en la que no parece haber calculado que va a salir vapuleado y dialécticamente vencido, por muchos casos de corrupción que atenacen -que atenazan- al PP.

Y ese vapuleo se va a reflejar, me parece, en su pugna con el PSOE por hacerse con la hegemonía de la oposición de izquierda. Hacer el ridículo en una pugna contra quien sustituya a Rajoy en el atril -quizá el portavoz Rafael Hernando, que no es persona de sutilezas ni meandros dialécticos- le aleja del pretendido 'sorpasso', por muy cuarteado que haya salido el PSOE de sus elecciones internas. De veras lo lamento, porque siempre pensé que una formación emergente, aunque personalmente muchos no comulgásemos con sus postulados, era necesaria para limpiar los nubarrones políticos y los establos hediondos de este país nuestro. Pero no creo que, a estas alturas, el Podemos surgido de Vistalegre 2 sea capaz de ocupar ese hueco. Ni de ofrecer soluciones a los muchos problemas que tiene planteados España, comenzando por el independentismo de una parte de los catalanes. Y ya se ve que ni Puigdemont, ni menos aún el flamante secretario y ex secretario general del PSOE confían en la 'alternativa Iglesias'. Quo vadis, Paulo?

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