Opinión

Puños sin rosas

"No me gusta ninguno y no creo que tengan la altura necesaria para representar lo que es, de verdad, nuestro partido. Han sacado los puños violentamente y no había rosas. El espectáculo fue penoso". De esta forma tan rotunda, casi con lágrimas en los ojos, sin dejar ni un resquicio a la interpretación, resumía una conocida socialista -con la que almorcé, nada más terminar el debate a tres- lo que había ocurrido en el mismo. No fue un debate de ideas, un duelo entre líderes para confrontar programas, sino un desahogo personal, a navajazo limpio, entre extraños, que no se comportaron ni una vez como compañeros, sino como adversarios políticos. Salvo Patxi López que intentó poner algo de bálsamo al desenfreno, lo ocurrido el lunes fue una orgía indecente de desencuentros y agravios que, dudosamente, podrá tener un final feliz. El PSOE no es que vaya al suicidio, es que está retransmitiendo en directo su propia eutanasia, en la que muchos no quieren implicarse para no ser cómplices de una vergüenza para los propios y del regocijo de los ajenos. Dicen las malas lenguas que a esa hora en Podemos se oyó el tintineo brindis de los botellines y no es para menos.

Hubo quinielas, porque siempre las hay, pero aquí nadie ganó, todos perdieron porque da la sensación de que en ese partido, en esta partida crucial para la supervivencia del PSOE están ganando los odios, los rencores personales, y el planteamiento es más visceral que ideológico. No hubo vencedores sino perdedores, y el único que se salvó un poco de la quema fue Patxi López, qué partió como el más débil de la partida y terminó como el más sensato.

Todo el debate se podría resumir en tres frases, las que han destacado prácticamente todos los medios de comunicación: "Si tu problema fuese yo, habría acabado hace mucho tiempo. Tu problema no soy yo, eres tú, y cuando la gente no se fía de ti, deberías hacértelo ver". "Podrás convenir conmigo, Susana, en que la abstención al PP fue el peor de los errores que hemos cometido. Al PSOE no hay que rescatarle de los militantes. Hay que rescatarle del PP". "Vamos a ver, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?". Son sólo tres frases de un combate duro, bronco, difícil de asimilar para la manoseada militancia socialista que está absolutamente desconcertada y menos digerible aún para un electorado huérfano del partido que puso a España en el mapa de la modernidad.

No fue un debate ideológico, ni estratégico, no hubo ideas ni hubo aportaciones para el rearme ideológico de la socialdemocracia. Hubo un combate a cara de perro entre compañeros que se odian, hubo descalificaciones personales porque el enfrentamiento es de hígado, de vísceras y supera con mucho el raciocinio. Pedro no miró a los ojos a sus adversarios para dejar claro que hay un profundo desprecio a lo que representan, Susana lanzó su "Pedro no mientas cariño" como un dardo verbal que sin decirlo lo dice todo y Patxi se presenta como el último mohicano de la unidad del partido que se ha volatilizado. "No me gusta ninguno y me estoy pensando muy seriamente si ir al congreso de Junio" me decía, con lamento, mi compañera de mesa y mantel y añadía una retahíla de errores que se han ido cometiendo desde la etapa de Zapatero, que se agrandaron con Alfredo Pérez Rubalcaba y han tenido su momento cumbre con Pedro Sánchez y el "golpe" que acabó en gestora.

Dicen ahora los politólogos que Patxi López "fue quien mejor supo rentabilizar su posición y el que consiguió zafarse del peligro de sándwich entre sus dos principales contendientes. Afirman que Susana Díaz era la candidata que partía con las expectativas más bajas y que sin embargo fue capaz de colocar con "eficacia" algunos de los mensajes más demoledores que se escucharon en la sala Ramón Rubial de Ferraz. Y critican que Pedro Sánchez que era el aspirante que consiguió grabar a fuego la traumática abstención al PP en la mente y el corazón de la militancia socialista, luego en el combate a tres pareció desconcertado, algo hierático, nervioso y sin suficiente 'punch'. Pienso que si alguien no tiene un gesto de grandeza todo lo que hay en el partido del puño y la rosa es tóxico y contaminante. Creo firmemente y así lo he dicho en varias ocasiones que en la política española de los últimos tiempos sobra testosterona individual y partidista y no solo porque se pretenda una polarización -que eso podría ser una cuestión superable- sino porque todos se creen los "reyes del mambo" y al final no se ven como lo que son: el rey desnudo. Lo que le está ocurriendo al Psoe es el resultado de muchas cosas de las que no son ajenas el resto de los partidos que padecen una miopía centrada en el "pan para hoy el y el hambre para mañana". La ultrasimplificación de las cosas llevada a conceptos ideológicos pueden meter a los partidos en una especie de bucle melancólico para el que no habrá salida o si la hay será mala. El Psoe está en un laberinto oscuro plagado de minas de racimo, colocadas por ellos mismos que pueden provocar una implosión que les puede borrar del mapa político. Al final son muchos los que piensan como mi interlocutora que "ninguno está a la altura, hay demasiados puños y pocas rosas".

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