Opinión

Juana Rivas y Mariano Rajoy

Imagínese, lector o lectora, que hoy es hace un mes, día 28 de julio, y que usted es Juana Rivas, lo que significa que no supo o no pudo cortar por lo sano en su momento. Ha salido huyendo de una Justicia que, en ese lugar del corazón donde más le duele, acaba de dar la razón a su marido, una persona a la que usted conoce muy bien y que fue condenado previamente por maltratador. En estos momentos está usted decidiendo si salir o no de su escondite por si, mientras tanto, una casual confabulación de asteroides la pudiera salvar del abismo ante el que se encuentra.

Entonces aparece en escena Mariano Rajoy, que es el Presidente del Gobierno del país donde usted nació y al que ha regresado con sus hijos para sentirse arropada, y le escucha decir “Hay que ponerse en el lugar de esta madre”, hablando de lo de usted.

También es probable que usted, sometida desde hace años a una vida llena de amenazas cercanas de las que no ha podido librarse, no se haya enterado de que Rajoy es una persona que, aunque hable, no dice nada a lo que se sienta después comprometido. En resumen, que solo dice lo que le conviene para no perder votos, pero que ni siquiera ante un tribunal se siente obligado a explicar el significado de lo que ha dicho de palabra o escrito con sus propias manos, incluso cuando ha tenido tiempo para pensarlo.

Se lo digo a usted, que es Juana Rivas o que para seguir leyendo esto se ha puesto en su lugar, porque se ha publicado en la prensa que se ha dirigido a Mariano Rajoy por escrito para pedirle ayuda desde lo más profundo de su corazón. Quizás lo haya hecho usted motivada por esas palabras que pronunció el propio presidente, y que probablemente también la animaron para que se resistiera a la citación judicial y seguir oculta con sus hijos durante varias semanas.

Esta mañana de viernes he escuchado en la radio que el sistema la obliga, a usted, a entregar sus hijos al juzgado el próximo lunes, día 28 de agosto, y que la cosa pinta mucho más fea que antes de ayer, cuando le concedieron la libertad provisional.

Ahora imagine usted, lector o lectora, es decir, Juana, que desde el párrafo anterior han pasado cuatro años, estamos en agosto de 2021 y las portadas ya no se acuerdan de nada. Quizás las vueltas que da la vida hayan conseguido que usted esté con sus hijos. Además, si la lotería de la lenta justicia le ha premiado a usted con un fiscal que no cumpla su papel de acusar, como el que le tocó a la Infanta, y con un juez capaz de comprender que las leyes también tienen alma, a la que llaman “espíritu”, es probable, aunque difícil, que usted no haya tenido que pisar la cárcel. Pero también podría ocurrir lo contrario.

También hoy, pasados esos mismos cuatro años, quizás el otro protagonista de este momento de su vida, Mariano Rajoy, perdió las elecciones generales del año 2020 y, asustados, muchos de los suyos, para no pagar la fiesta, decidieron colaborar con la Justicia y confirmar las sospechas de los muchos delitos que se investigaban desde hacía años. Al ex presidente, pues, le estaría esperando, como a usted ahora, un futuro muy complicado.

Lector, lectora, siempre Juana, el señor Rajoy y usted están unidos por una frase de conveniencia para él pero que sembró esperanza en usted, pronunciada el día 28 de julio de 2017. Podría ocurrir que, de nuevo, el destino les buscara para salvarlos, in extremis, por el mismo procedimiento. Un nuevo gobierno aprobará dos indultos. El de usted, tan justo e imprescindible para la salud mental de medio mundo. El de él, tan nocivo para la dignidad.

Es probable, Juana, lector o lectora, que su valentía contra un sistema que la quiere condenar al desasosiego de no saber qué pasará con sus niños produzca cambios muy positivos en la legislación relativa al maltrato familiar y la custodia de los menores, reduciendo los peligros que siempre acechan a los que no pueden defenderse. Siéntase orgullosa porque ya ha conseguido la victoria. Y consuele así los momentos difíciles que se avecinan. Aunque no fuera la intención de usted, ni muchos de ellos lleguen jamás a saberlo, miles de niños correrán menos riesgos.

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