Opinión

La gangrena del odio

Cuando en “Estepais”, llamarlo por su nombre milenario está progremente estigmatizado, un individuo, condenado a anteriormente a dos años de cárcel ya por apología del terrorismo, sin haber cumplido un solo día, por supuesto, puede escribir y difundir que "muchos temporeros durmiendo al raso están en peores condiciones que Ortega Lara y sin haber sido carceleros torturadores", al cumplirse el 20 aniversario del que secuestrado por ETA paso 532 días enterrado en vida en las condiciones más atroces e inhumanas, sin que de inmediato sea detenido es la prueba más que evidente de que está gangrenado de males muy profundos. Tan profundos como el odio, la cobardía, la perversión ética y la indefensión.

Cuando este individuo, Pablo Hásel es abrazado como final de mitin por los dirigentes máximos, Pablos Iglesias, Errejón & Cia en aquel momento de emergencia y euforia, de un partido con cinco millones de votos, y ahora en pleno cortejo con el PSOE, es que una parte muy importante de nuestra sociedad parece haber perdido o peor aun,ha manipulado, la memoria y la razón y la ha sustituido por la peor de las miserias morales y el más alucinado rencor sobre el resto de los españoles que no comparten tal infamia.

En España, yo sí voy a emplear la palabra prohibida, pueden vocearse tales cosas y tantas otras de manera continua y hasta pasando de la palabra a la obra, contra todo y todos a los que se trata peor que a sabandijas bien sea por sus creencias, si estas son cristianas y católicas, políticas, las “satánicas” derechas o por su profesión, no te digo si es torero, todo y más está no solo consentido sino que supone transitar por el pensamiento maravilloso y que inscribe a uno entre los “buenos”. No compartirlo supone el anatema, caer en el lado oscuro de la fuerza, ser culpable y cómplice de toda la maldad humana y , como definición y condena perpetua, ser un “facha”, insulto máximo y definición definitiva de la que ya no se librará de por vida y ni después de muerto tampoco.

Aquí se puede expandir la infamia y el odio a raudales y sin freno alguno, la bula es total y los altavoces entregados. Es más, ellos poseen en exclusiva y aplican a su antojo, la vara de medir y la sentencia ya dictada para determinar que cualquier réplica sea considerada, esa sí y a su antojo ideológico, como delito de odio. Lo suyo es, ya se sabe “amor” . Pero lo que es ya y sin paliativos es un cruel esperpento, una vileza continua. Aquí calificar de torturador al torturado, asesino al muerto y negar derechos de persona a todo aquel que no es de la propia secta es la moneda común y de libre tránsito. Pero describir a alguien por su peso, emplear el neutro en castellano o calificar una masacre terrorista por la fanatización religiosa que la inspira te convierte, sin defensa que valga, en convicto de fobia, en reo con cadena y bola y condena a la tiniebla. En tales sendas estamos y con visos de que nos metan, y sin apenas resistencia, cada vez mas y más profundamente por ellas. Algunos no vamos a dejarnos. Odio y vileza son, cada vez más, las señas de identidad, de quienes se pasan los días denunciándolo en los otros. En los que aguantan, lo sufren y callan.

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